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En la vida, si uno es cuerdo y lo piensa bien, el pollo ha sido uno de los mejores compañeros de las mesas colombianas. Es una pieza fundamental de esas suculentas sopas que hacen parte de nuestra cultura de norte a sur y de este a oeste, tal como dice la popular canción de un cubo de sabor criollo. No hay cumpleaños de los niños que no haya tenido arroz con pollo aunque sea una vez en la vida y, claramente, no hay sancocho del 1° de enero que no tenga su respectiva presa.
¿Qué borracho no le ha llevado a su mujer un pollo en la madrugada para suavizar las cosas y que no le cacareen tanto la desaparecida? Con el pollo se arregla todo: problemas, conflictos, peleas, un buen guayabo o una comida familiar, y hasta se cierran negocios.
El pollo en nuestra cultura es todo un tesoro. Lo comemos entero o por partes, usamos sus menudencias en sopas o guisos, las alas BBQ activan cualquier fiesta de amigos o una tarde viendo buen fútbol, y díganme algo sobre un asado de pechugas, perniles y contramuslos a la parrilla con verduras y muchas hierbas. Sobre todo, en Colombia hemos aprendido que el pollo es un producto que llega del campo lleno de trabajo de familias enteras, dedicadas a su engorde y crianza para mantener la economía local surtida y piando.
En estos días me ha dado por hacer una buena “limpieza” de mi estómago después de uno que otro pecado, y el caldo de pollo, ese caldo clarito, suavecito y con mucho sabor, ha sido sagrado en todo este proceso. Y qué me dicen de una sopa levantamuertos, a la que no le puede faltar el pollo desmechado con muchas papas, cebolla larga picada y cilantro fresco.
Pero quizá lo que más amo del pollo es el hecho de levantar el teléfono y pedirlo a domicilio. En este frente ya les he recomendado uno peruano, otro que trae sabor mexicano con mucho chipotle y los infaltables pollos que dan vueltas, asados a la brasa, que en mi corazón tienen el efecto necesario de subirme la adrenalina y por ende el amor profundo por la buena comida.
Remato a la mejor manera de un pollo cachaco, porque no puedo desconocer el sudado de pollo con papas, el pollo en salsa de champiñones o alcaparrado con arroz. Y díganme algo del ajiaco dominguero. El fin de semana pasado hicimos uno en casa que parecía el primero que se come un extranjero gocetas al llegar al país: sorprendente y lleno de sabores, que lo lleva a uno del cielo al paraíso en un solo bocado y sin duda me dejó una sonrisa todo el puente.
Viéndolo así, después del pollo, lo demás es un buen cuento. Pararrayos marital, plato insignia de primeras comuniones, base de sopas, primeras comidas para bebés y hasta motivo para unir un país en torno a una sola conversación de respeto, amor y reconocimiento.