¡Y por fin! Llegó diciembre con su alegría, mes de parrandas y animación. Y a mí, al parecer, me faltan horas del día para poder concentrarme en algo distinto a los buñuelos, las natillas, y demás delicias navideñas que ya quiero empezar a preparar. Es algo así como una meditación activa entorno a esos deliciosos bocados clásicos navideños, a esos olores que me llevan de inmediato a la casa de mi abuela y que, de paso, me regresan con mucha dicha a mi cocina a prender los sartenes, desempolvar las recetas y ponerme en acción.
No hay que ser purista. Aquí se vale usar masas de caja o incluso las que vienen congeladas. Lo verdaderamente importante es tomarse el tiempo de amasar, armar y decorar. Los niños son pintores, las mamás algo así como ingenieras calculistas para saber cuántos serán y qué comerán, y los abuelos retoman el más importante de sus papeles: alcahuetas contadores de historias, cantantes de villancicos y organizadores de novenas.
La dieta ya no fue más. Las promesas de enero fueron eso, promesas no más, como dice la canción, y estos menos de 30 días de 2021 que nos quedan por delante serán para dar y convidar. En la medida de lo posible, estos días sacan lo mejor de cada uno de nosotros: nos invitan a compartir y, sin importar de dónde sea, cada mesa suma un puesto y de una ancheta come medio barrio.
No importa la región del país: todos sabemos lo que es un abrazo (así sea por los laditos porque sigue el cansón COVID), una marranada y hasta un tamal, y estamos dispuestos siempre a meterle el tenedor al plato del vecino con tal de probar esa delicia de lechona el 7 de diciembre. Hay que ser claros: hay tradiciones decembrinas imperdibles, como el cerdo, los pasteles, los tamales, los brindis y el compartir postres y dulces sin horario.
Paseos, aguinaldos, asados, alboradas (pero ojo con la pólvora) serán las excusas para reunirnos en familia, pues este año tiene una connotación aún más especial: ¡lo logramos! Un año más conviviendo y ganándole la batalla a este virus que se está amañando. Por fin pudimos entender que se va a quedar, y por ende nos tenemos que acomodar. Así que pónganse el tapabocas como es, pero eso sí, no deje de sabrosear y gozar.
Este año, para celebrar de una manera diferente, quiero recomendarles que sean creativos con los regalos ya que emprendimientos y nuevos productos es lo que hay. Medias es lo que me sobran (mensaje para las tías), y sacos de lana no necesito por dos años, porque mi mamá está dedicada a ponerse al día con el tejido que me debe. Busquen experiencias para regalar: una noche mágica en algún parque de diversiones, un masaje, un vino al atardecer, unos libros para colorear, juegos para armar y, sobre todo, autorregálense la posibilidad de comer, de disfrutar y de dar gracias por un año más en este plano terrenal.
Y un autorregalo que vale la pena darse es consentirse, encontrarse con la esencia que tenemos dentro, generarnos bienestar. Para mí ha sido todo un descubrimiento la terapia de buenas ondas del gong de Tune Sonidos Esenciales. En medio de sonidos sanadores para el cuerpo y el alma, que vibran muy bien con mi espíritu, encontré una gran experiencia que bien podría ser un masaje para mi interior. Es indescriptible sentir el universo, el cosmos dentro de sus cuerpos. Así que no dejen de ver su Instagram, agendarse a este viaje de amor propio y conocer un poco de esta experiencia de buena vibra. Tengan en cuenta que, como dicen en el carnaval, “quien lo vive es quien lo goza”.
Ahora, si de consentirse se trata, tengan en cuentan que, como diría mi abuela, donde comen dos comen todos los que lleguen a la hora que es. Diciembre será el mes de querernos, de llegar a destiempo y siempre encontrar un abrazo acogedor, un plato y experiencias llenas de amor, porque eso es lo único que no nos arrancará una pandemia: el amor, lo que gocemos y las ganas de compartir. Felices fiestas a todos.
¡Y por fin! Llegó diciembre con su alegría, mes de parrandas y animación. Y a mí, al parecer, me faltan horas del día para poder concentrarme en algo distinto a los buñuelos, las natillas, y demás delicias navideñas que ya quiero empezar a preparar. Es algo así como una meditación activa entorno a esos deliciosos bocados clásicos navideños, a esos olores que me llevan de inmediato a la casa de mi abuela y que, de paso, me regresan con mucha dicha a mi cocina a prender los sartenes, desempolvar las recetas y ponerme en acción.
No hay que ser purista. Aquí se vale usar masas de caja o incluso las que vienen congeladas. Lo verdaderamente importante es tomarse el tiempo de amasar, armar y decorar. Los niños son pintores, las mamás algo así como ingenieras calculistas para saber cuántos serán y qué comerán, y los abuelos retoman el más importante de sus papeles: alcahuetas contadores de historias, cantantes de villancicos y organizadores de novenas.
La dieta ya no fue más. Las promesas de enero fueron eso, promesas no más, como dice la canción, y estos menos de 30 días de 2021 que nos quedan por delante serán para dar y convidar. En la medida de lo posible, estos días sacan lo mejor de cada uno de nosotros: nos invitan a compartir y, sin importar de dónde sea, cada mesa suma un puesto y de una ancheta come medio barrio.
No importa la región del país: todos sabemos lo que es un abrazo (así sea por los laditos porque sigue el cansón COVID), una marranada y hasta un tamal, y estamos dispuestos siempre a meterle el tenedor al plato del vecino con tal de probar esa delicia de lechona el 7 de diciembre. Hay que ser claros: hay tradiciones decembrinas imperdibles, como el cerdo, los pasteles, los tamales, los brindis y el compartir postres y dulces sin horario.
Paseos, aguinaldos, asados, alboradas (pero ojo con la pólvora) serán las excusas para reunirnos en familia, pues este año tiene una connotación aún más especial: ¡lo logramos! Un año más conviviendo y ganándole la batalla a este virus que se está amañando. Por fin pudimos entender que se va a quedar, y por ende nos tenemos que acomodar. Así que pónganse el tapabocas como es, pero eso sí, no deje de sabrosear y gozar.
Este año, para celebrar de una manera diferente, quiero recomendarles que sean creativos con los regalos ya que emprendimientos y nuevos productos es lo que hay. Medias es lo que me sobran (mensaje para las tías), y sacos de lana no necesito por dos años, porque mi mamá está dedicada a ponerse al día con el tejido que me debe. Busquen experiencias para regalar: una noche mágica en algún parque de diversiones, un masaje, un vino al atardecer, unos libros para colorear, juegos para armar y, sobre todo, autorregálense la posibilidad de comer, de disfrutar y de dar gracias por un año más en este plano terrenal.
Y un autorregalo que vale la pena darse es consentirse, encontrarse con la esencia que tenemos dentro, generarnos bienestar. Para mí ha sido todo un descubrimiento la terapia de buenas ondas del gong de Tune Sonidos Esenciales. En medio de sonidos sanadores para el cuerpo y el alma, que vibran muy bien con mi espíritu, encontré una gran experiencia que bien podría ser un masaje para mi interior. Es indescriptible sentir el universo, el cosmos dentro de sus cuerpos. Así que no dejen de ver su Instagram, agendarse a este viaje de amor propio y conocer un poco de esta experiencia de buena vibra. Tengan en cuenta que, como dicen en el carnaval, “quien lo vive es quien lo goza”.
Ahora, si de consentirse se trata, tengan en cuentan que, como diría mi abuela, donde comen dos comen todos los que lleguen a la hora que es. Diciembre será el mes de querernos, de llegar a destiempo y siempre encontrar un abrazo acogedor, un plato y experiencias llenas de amor, porque eso es lo único que no nos arrancará una pandemia: el amor, lo que gocemos y las ganas de compartir. Felices fiestas a todos.