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Se acabó la espera. Estamos en la puerta del horno, y no se quemó el pan. Llegó diciembre con su siempre amada “dieta decembrina”, los bendecidos permisos del alma y la llenura que nunca se va. Diciembre, mes donde se vale pecar con la comida, y en enero ya nos ocuparemos de lo que nos comimos en 2024. Un año donde el sector estuvo en altas muy altas y también vivió momentos excesivamente bajos, pero siempre manteniendo las puertas abiertas, la comida caliente y el bolsillo apretado.
Diciembre trae consigo una de las mejores frutas de la canasta familiar: los buñuelos perfectamente redondos y crocantes. Además, la dietética natilla de todas las tardes, a la cual le pueden rotar el dulce de moras o uno de agrás. Para rematar y ponernos a tono en las oficinas, los “compartires” no pueden dejar de tener: pan de yucas, tamal, caldo, ¿y por qué no? Una buena lechona.
Este mes el salario de los colombianos se estira y casi que se convierte en parte de la deuda externa nacional porque se hacen maromas para fiestas, reuniones, primeras comuniones, matrimonios y la cena de año nuevo y navidad. Es quizás el mes más próspero para todos los comerciantes, sin importar el rubro, porque hasta concentrado para los animales hay para comprar a mejor precio.
Las calles ya están vestidas y adornadas, los vecinos comienzan a decorar sus fachadas y, sin lugar a duda, será Medellín el que mande la parada desde el primero de diciembre con su famosa alborada, deliciosas marranadas, natilla, buñuelo y exceso de pólvora sin pensar. Tradiciones que calientan el alma y reúnen a la comunidad entorno a un mes maravilloso.
Durante esta primera semana de diciembre, cada región del país dará inicio a sus tradiciones más arraigadas. Cuál papa Noel ni qué nada: las regiones vuelven a las tradiciones más sencillas y empáticas como compartir comida, un buen brindis y las actividades de la cuadra y la familia. Las actividades de diciembre generalmente no son temáticas extranjeras ni cantos de moda: son villancicos, cacerolas, pandereta y mucha actitud para entonar.
Nuestra Navidad tiene una alta carga de tolerancia al oso, baja tolerancia a la tacañería y, claro está, somos expertos en multiplicar los buñuelos y los tamales para que todos puedan cenar. Las fiestas empiezan con un poco de incertidumbre económica, afugias estudiantiles, pero, ante todo, con la certeza de que la familia, la comida y la temporada se hará rendir como sea.
En Bogotá, San Victorino está hasta el techo: los andenes no dan abasto entre decoraciones navideñas y puestos de comida. Ya la gente comienza a hacer presupuestos para sus regalos, una que otra platica para la comida y, eso sí, que no nos falte con qué hacer uno que otro brindis de corazón. Estamos que nos enfiestamos, que cerramos temas, que soltamos los problemas y nos damos la oportunidad de quemar los compromisos y desafíos que ya no se cerraron en 2024.
Señores, ya no se hizo mucho más. Empieza el mes donde los días con las mismas 24 horas no rinden ni un tercio de lo normal; la música suena más duro de lo acostumbrado, y el cinturón se perdió. Prudencia necesitamos para ser sabios, no pasarnos de chistosos ni exponer a los más pequeños. Es el mes de entregar sí o sí las llaves antes de montarnos al carro pasados de licor, y de compartir con quienes más lo necesitan porque todo no se puede quedar en la misma fiesta.
Oficialmente comenzaron las fiestas. Que las disfruten y sigamos como cada año en nuestras compras locales, turismo nacional y disfrutando las recetas de la abuela para cada oportunidad.
Último hervor: La educación es el mayor agente de cambio en cualquier sociedad; ha sido detonante de grandes batallas sociales en pro de la equidad y la accesibilidad. Por eso, no atender la situación actual del Icetex es montarnos en la autopista del subdesarrollo. En mi casa hay una beneficiaria que no solo logró hacer su pregrado, sino su maestría. Mi papá (años atrás y muchos) también sirvió de codeudor de amigas mías que llegaban de región en busca de construir sus sueños. Hay un no rotundo a desarmar el Icetex, a cortar su financiación y, aún más, a creernos a los beneficiaros de cualquier edad pendejos.
Tengo muchos cocineros jóvenes amigos que se están profesionalizando no solo en gastronomía sino en administración y hasta recursos humanos gracias a los créditos; los hijos de amigas que es su única opción y, si no hay un desmadre, nada pasa. De corazón, la educación nos importa a todos y debería no ser un motivo político de disputa sino un motivo nacional de construcción.