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Hace unos días tuve la dicha de visitar Pasto. Siempre había ido de afán y a resolver temas puntuales, con pocas posibilidades de conocer un poco más. Eso sí, siempre cumplí con el compromiso de comer un buen cuy. Esta vez no fue que me recorriera toda la ciudad de arriba abajo, pero tuve tiempo para salir y conocer gente maravillosa, que me dejó lista para repetir este destino.
Pasto es un destino no muy atractivo para muchos, pues, sin lugar a dudas, siempre será más llamativa una playa y mucho sol. Sin embargo, quiero decirles que esta ciudad, y en general todo Nariño, tiene tesoros naturales que vale la pena conocer.
Empecemos por la imponencia del volcán Galeras. No sé si en realidad asusta, o si más bien es la sensación de estar siendo observado por un gigante dormido. Eso sí, es una vista verde que da aire y respiro siempre a la ciudad, y un paseo imperdible para ir a caminar y conocer sus caminos. Siguiendo por los senderos cerca al volcán está la Laguna Negra o Laguna Coba Negra, un lugar mágico donde el paisaje, el silencio y la variedad de fauna son impactantes.
Y se puede rematar en el Parque Natural de Chimayoy, donde los senderos ecológicos recorren vistas a una laguna y una quebrada de aguas cristalinas. También se puede cerrar el recorrido paseando por alguna de las fincas productoras de café, que se convierten también en un gran plan familiar para ir a conocer el proceso de producción de uno de los mejores cafés del mundo.
Ahora hablemos de los planes en la ciudad. Podemos empezar por el emblemático Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas, a donde llegan miles de peregrinos católicos para visitar su imponente Basílica y recorrer todos sus espacios. Sin embargo, no es el único espacio religioso que hay para visitar. También está la catedral de Pasto, que es otra joya arquitectónica del patrimonio cultural de la ciudad; la Iglesia de la Merced, Cristo Rey y San Felipe entre otras varias iglesias, que hacen parte del turismo religioso de la capital nariñense.
Restaurantes maravillosos, comida sabrosa y muchísimos lugares para ir por un buen café con postre o desayuno trancado. Trucha, cuy, lapingachos, cerdo hornado y empanadas de antaño son algunas de las delicias que hay que probar. Y no se pueden dejar atrás los postres, que son imperdibles: quimbolitos, chilacuan, papayuela, o los helados de paila.
Pasto se entreteje como sus canastos, con un amplio colorido de plazas, museos y gente que cuenta su historia sin titubear. Un tesoro escondido para muchos, y que seguro tendrá más planes para armar, lo importante es animarnos a empezar.
Para quedarse en Pasto hay un lugar que más que un hospedaje, es un hogar para los huéspedes: el hotel V1501 (@hotelv1501). En este lugar, la experiencia de ser huésped es una maravilla.
Desde que entré al hotel, ví como el arte, la creatividad y el colorido de la región se toma cada uno de los lugares. Un mural imponente es la primera pared que recibe a cada visitante: parecen millones de perlitas de colores unidas en figuras geométricas, que hacen juego con muchísimos maniquíes de madera que parecen cobrar vida en medio de este colorido espacio. Ana María Chaves, directora creativa del hotel, lo explica así: “El diseño del mural fue un trabajo propio, que se fabricó con una empresa española que supo interpretar lo que quería como corazón del hotel. Queríamos que el lobby, que es la bienvenida, pero al tiempo es la visual de la calle, estuviera lleno de nuestros colores carnavaleros, para que representaran, por medio de patrones andinos, el referente de nuestras tradiciones de tejeduría, que pintara la esquina y que invite a propios y extraños a disfrutar de esa sala, de las tardes de piano con un rico hervido”.
Los maniquíes, con los que uno acaba jugando mientras hacen el registro de entrada o de salida, también llenan de magia las habitaciones y otros espacios, algo que no es gratis. Según explica Ana María, “con ellos logramos que los colores de nuestro carnaval reciban a nuestro visitante con sorpresas, como un chocolate o un saludo personalizado, pues no queremos que este sea solo un sitio donde dejes tu maleta. Estos detalles no sólo llenan el ojo sino también el corazón de cada huésped que llega”.
Pero este hotel no solo brilla por sus murales que acompañan cada rincón del espacio. Su comida también es digna de destacar. El desayuno es quizás de los más completos que he visto cuando se habla de “incluidos” con la tarifa. Abundante panadería, frutas maravillosas, varias opciones de proteínas… En fin, da gusto sentarse a la mesa cada mañana, más sabiendo que, como dice su directora creativa, “la comida es muy importante también como parte de la experiencia del hotel. Si el desayuno es el comienzo del día, pues que rico arrancar con energía, con la variedad que nos aporta la región y con la creatividad de nuestro staff de cocina”.
Pero como no solo se necesita desayunar como un rey, el hotel ha decidido abrir Floresta, un restaurante/bar que se tomará el tercer piso con una propuesta gastronómica del chef caleño Francisco Prado. “Aquí buscamos ofrecer un menú que sea como el hotel, es decir, con otra visión. Entonces vamos a tener platos como tacos de cuy o cuy galleta en cocción lenta, con humus y sabores de oriente. También tendremos platos donde se exalten tubérculos andinos como los ollucos, cosas diferentes a lo que se encuentra en la ciudad”.
Luego de este recorrido por la gastronomía, los hoteles y los lugares mágicos por descubrir de la capital nariñense, y de haber disfrutado del calor de su gente, solo me queda decir una vez más: ¡que viva Pasto, carajo!