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Querido 2022: quiero quererte de entrada, con todos los defectos y vicisitudes que puedas heredar. Se que no será fácil empezar, pues la receta básica aparentemente trae una alta dosis del virus que nos ha acompañado últimamente. Sin embargo, como toda receta compleja, siempre tenemos la posibilidad de quitar y poner ingredientes, y mezclar a gusto del consumidor. Eso si, lo fundamental siempre será la papita y mucho sabor colombiano, tanto para el disfrute como para cualquier receta boticaria.
Lo importante de este año será seguir invirtiendo en el campo, en nuestras plazas, en nuestros cocineros; en cada proyecto donde los colombianos nos sintamos reflejados desde el estómago hasta el corazón. Este año tiene que dejarnos poner muy en alto nuestras ollas, nuestros sabores ancestrales, que siguen mereciendo el reconocimiento de propios y extraños.
Doce meses que, como diría el “Almanaque Bristol”, tendrán sus ciclos, sus altas y sus bajas, que dependerá de la pericia de cada uno de nosotros, de cómo mezclamos y revolvemos conocimientos, productos y dichas gastronómicas para mantener este sector activo y muy productivo: mejor dicho, con todas las cábalas en positivo.
Y si son como yo, que creo profundamente en las cabañuelas, es importante tener en el radar uno que otro restaurante para estos días de descanso, así como la lista de recetas que queremos preparar y la larga lista de todos los productos del campo que queremos probar, porque sabiamente se dice que por los primeros doce días del año se conocerá lo que nos viene para el resto.
Mi principal tarea los primeros días de enero será encontrar pomarosas, una fruta que es quizás el mayor vínculo con mi abuela y mis tías que ya no están, pues esa delicia de fruta perfumada me lleva de regreso a los mejores momentos de mi infancia. Otra tarea será sacarle tiempo en los viajes que vienen a poder conocer y probar más, no solo de la gastronomía heredada sino de esos lugares pequeños y tan locales que por años han reproducido las recetas de sus familias, y que son el día a día de los habitantes locales.
Por último, en estos 365 días quiero poder andar más por las vías colombianas, meterme entre las veredas y descubrir más cultivos locales, más proyectos agroalimentarios y una que otra posada que sirva de inspiración a una nueva historia para cada semana. Aprovechar, de paso, para echar a mi baúl frutos frescos de la tierra, llegar a casa con cebolla larga recién cosechada, arvejas para desgranar en familia y cajas de tomates para hacer grandes salsas con la albahaca fresca que, gracias a la persistencia que hemos tenido por estos doce meses que acaban, ya florece feliz en cada rincón del invernadero.
2022, quiero que seas un año con encanto, que traigas magia a cada proyecto que se esté gestando en nuestro país, mucha dicha a los que ya andan generando empleo y beneficios a sus comunidades, y un montón de sabiduría a todos los comensales que andamos por ahí, ávidos de un nuevo bocado lleno de sabor a mi Colombia. Es obvio, ya vi Encanto y me encantó. Dependiendo de los ojos con la que la quieran ver, se encontrarán con pasajes de su vida, recuerdos de su infancia y algunos sueños que tenemos por cumplir. No le busquen cuatro patas al gato, pues simplemente es una historia donde la música, algunas tradiciones y mucha creatividad confluyen en lo que representamos los colombianos.
Bienvenido 2022, estoy convencida de que serás un gran año.