Ya se fue el primer mes del año y, entre otras cosas, nos dejó la tranquilidad de ver que todos estamos haciendo un esfuerzo extra para mantenernos cuerdos y enfocados en los cambios que 2023 nos ha planteado a la fuerza. Gracias a eso, empezamos la tarea de acomodarnos a las rutinas de ahorro y optimización de todo lo que tenemos en casa. Es casi que un lugar común. Cada reunión o visita termina en el mismo debate: ¿cómo hago para que la plata me rinda un poco más y en mi casa no se desperdicie tanto?
El tema de los desperdicios es algo abrumador, no solo en Colombia sino en el mundo. Y no solo es en los alimentos: somos poco conscientes de lo mucho que compramos y lo poco que circulamos en todas las áreas: ropa, libros, artículos de la casa y, obvio, comida. No hacemos ese ejercicio de estar atentos a lo que entra y lo que sale, como en los inventarios de los restaurantes, y muchas veces nos quedamos atesorando recuerdos más que necesidades y dejando perder tesoros en la nevera que se convierten en pesares cuando toca botarlos a la caneca por vencidos.
Hoy, la situación va mucho más allá de apegos. Es una temporada de muchos gastos, con el regreso a clases mientras se compensa lo invertido en las fiestas decembrinas. En medio, la simple necesidad de llenar la nevera a diario ahora resulta todo menos simple. Por eso, es hora de rotar, reciclar y hasta regalar, no solo para contribuir con el cuidado del planeta, si no porque es imposible no ser consciente de la hambruna que camina en las calles y las necesidades de abrigo con las que uno se topa.
Ahora bien, no estamos para ser vergonzantes. Eso de ponerle aspaviento a todo, o de pedir ayuda en los grupos de Facebook de manera anónima, no habla bien de nosotros como sociedad. Aquí no está mal pedir ayuda, lo que es espantoso, y la verdad raya en lo asqueroso, es la burla mal intencionada y el reciclar lo inservible. De verdad, no nos quita tiempo separar la comida en buen estado o la ropa limpia y “usable” para quienes lo necesiten.
En mi caso, con mis vecinos, familia y amigos creamos una sencilla y práctica cadena de favores. Cada vez que nos queda algo de más en lo que cocinamos, lo ofrecemos a quienes quieren frijoles, chicharrones y hasta deliciosas sopas de vegetales. La comida se deja enfriar y se empaca para entregar. A veces sirve para completar lo que se tiene, a veces para calmar un antojo y, quienes están más de buenas, pueden salvar un almuerzo o una comida.
Aplicarlo en las compras puede ser más complejo porque en este acelere de vida, hacer mercado es todo un lujo. De ahí que debamos ser conscientes de que el fiado de la tienda también soluciona bastante. Lo importante es saber qué hay, cómo guardarlo y, si por la fecha de vencimiento no se alcanza a usar, porcionar y congelar. Siempre habrá espacio para usarlos en una sopa, una salsa o una comida un día que se llegue tarde a casa. Los congelados salvan el bolsillo y los afanes, solo es cuestión de agarrarle el tiro a revisar lo que se nos va a dañar.
Comprar un poco de más cuando hay rebajas en la plaza permite alistar porciones y congelar ingredientes que, con seguridad, sirven luego para jugos, compotas, mermeladas y bases para sopas. Lo mismo pasa con los cárnicos y hasta con el pan. Es cuestión de hacer compras ajustadas al presupuesto y al espacio que tengamos en casa para almacena, pero que nos dan la oportunidad, y la satisfacción, de aprovechar y ayudar. Eso también es real.
Hagan el ensayo y compartan lo que queda con quien saben que lo necesita. Saquen y circulen las herencias. Yo, pasados los cuarenta años, aún comparto mi ropa con mi familia y mis amigas, pues no hay nada que llene más de dicha que quedarse con el saco soñado de la hermana. Además, y siendo un poco más banales, ¿acaso no están de moda los segundazos? Ahí también hay un mercado que a muchos les aterra, pero que para otros tantos es la solución.
Hagamos de este mes un mes de dar, circular y compartir, y veamos a los que tenemos cerca y necesitan una mano en lo sencillo del día. Y, por amor a Dios, sigamos fortaleciendo las compras directas a nuestros productores, pues mientras el campo se mueva, nuestra economía se renueva.
@ChefGuty
Ya se fue el primer mes del año y, entre otras cosas, nos dejó la tranquilidad de ver que todos estamos haciendo un esfuerzo extra para mantenernos cuerdos y enfocados en los cambios que 2023 nos ha planteado a la fuerza. Gracias a eso, empezamos la tarea de acomodarnos a las rutinas de ahorro y optimización de todo lo que tenemos en casa. Es casi que un lugar común. Cada reunión o visita termina en el mismo debate: ¿cómo hago para que la plata me rinda un poco más y en mi casa no se desperdicie tanto?
El tema de los desperdicios es algo abrumador, no solo en Colombia sino en el mundo. Y no solo es en los alimentos: somos poco conscientes de lo mucho que compramos y lo poco que circulamos en todas las áreas: ropa, libros, artículos de la casa y, obvio, comida. No hacemos ese ejercicio de estar atentos a lo que entra y lo que sale, como en los inventarios de los restaurantes, y muchas veces nos quedamos atesorando recuerdos más que necesidades y dejando perder tesoros en la nevera que se convierten en pesares cuando toca botarlos a la caneca por vencidos.
Hoy, la situación va mucho más allá de apegos. Es una temporada de muchos gastos, con el regreso a clases mientras se compensa lo invertido en las fiestas decembrinas. En medio, la simple necesidad de llenar la nevera a diario ahora resulta todo menos simple. Por eso, es hora de rotar, reciclar y hasta regalar, no solo para contribuir con el cuidado del planeta, si no porque es imposible no ser consciente de la hambruna que camina en las calles y las necesidades de abrigo con las que uno se topa.
Ahora bien, no estamos para ser vergonzantes. Eso de ponerle aspaviento a todo, o de pedir ayuda en los grupos de Facebook de manera anónima, no habla bien de nosotros como sociedad. Aquí no está mal pedir ayuda, lo que es espantoso, y la verdad raya en lo asqueroso, es la burla mal intencionada y el reciclar lo inservible. De verdad, no nos quita tiempo separar la comida en buen estado o la ropa limpia y “usable” para quienes lo necesiten.
En mi caso, con mis vecinos, familia y amigos creamos una sencilla y práctica cadena de favores. Cada vez que nos queda algo de más en lo que cocinamos, lo ofrecemos a quienes quieren frijoles, chicharrones y hasta deliciosas sopas de vegetales. La comida se deja enfriar y se empaca para entregar. A veces sirve para completar lo que se tiene, a veces para calmar un antojo y, quienes están más de buenas, pueden salvar un almuerzo o una comida.
Aplicarlo en las compras puede ser más complejo porque en este acelere de vida, hacer mercado es todo un lujo. De ahí que debamos ser conscientes de que el fiado de la tienda también soluciona bastante. Lo importante es saber qué hay, cómo guardarlo y, si por la fecha de vencimiento no se alcanza a usar, porcionar y congelar. Siempre habrá espacio para usarlos en una sopa, una salsa o una comida un día que se llegue tarde a casa. Los congelados salvan el bolsillo y los afanes, solo es cuestión de agarrarle el tiro a revisar lo que se nos va a dañar.
Comprar un poco de más cuando hay rebajas en la plaza permite alistar porciones y congelar ingredientes que, con seguridad, sirven luego para jugos, compotas, mermeladas y bases para sopas. Lo mismo pasa con los cárnicos y hasta con el pan. Es cuestión de hacer compras ajustadas al presupuesto y al espacio que tengamos en casa para almacena, pero que nos dan la oportunidad, y la satisfacción, de aprovechar y ayudar. Eso también es real.
Hagan el ensayo y compartan lo que queda con quien saben que lo necesita. Saquen y circulen las herencias. Yo, pasados los cuarenta años, aún comparto mi ropa con mi familia y mis amigas, pues no hay nada que llene más de dicha que quedarse con el saco soñado de la hermana. Además, y siendo un poco más banales, ¿acaso no están de moda los segundazos? Ahí también hay un mercado que a muchos les aterra, pero que para otros tantos es la solución.
Hagamos de este mes un mes de dar, circular y compartir, y veamos a los que tenemos cerca y necesitan una mano en lo sencillo del día. Y, por amor a Dios, sigamos fortaleciendo las compras directas a nuestros productores, pues mientras el campo se mueva, nuestra economía se renueva.
@ChefGuty