Ayer leí, con mucha angustia, un reporte de la situación del sector gastronómico colombiano. Aumentos que superan el 20 % en los insumos y materias primas, desaceleración en el consumo, arriendos impagables, servicios públicos que suben sin parar… En resumen: la inflación galopa silenciosamente, pero a todo dar, la billetera de todos.
Entonces, es obvio que hay que priorizar, pues si los insumos suben en el sector, lo mismo sucede en nuestras casas. Lo increíble de esto no es ni siquiera que no estemos advertidos, porque todos hemos oído que, según los gurús económicos del mundo, la recesión camina lentamente entre todos los países, y en algunos ya más fuerte que en otros; lo que no es posible es seguir quedándonos callados.
Mi recibo de la luz subió más de 20 % y al del gas propano ya le perdí la cuenta, y así. Además, siento decirles que no es culpa de los operadores, es culpa de que no leemos lo que pagamos, pero sí nos quejamos como borregos. El lunes, que era día de mercado de plaza, hice exactamente el mismo presupuesto, pero llegué a la casa con un tercio menos que hace 15 días porque, según me explicaban, todo subía porque la gasolina estaba disparada.
Sin embargo, también oí en las noticias que la gasolina va a subirse en un mayor intervalo para estos meses que restan del año. Sorpresa entonces: volvemos al modelo borrego de tragar entero. No es sostenible que todo suba mientras seguimos al son de los anuncios, promesas y campanas. Un país con más de 50 millones de habitantes necesita un poco más de faro, luz y guía para todo.
Asusta mucho ver cómo delegamos la responsabilidad de poner temas en la conversación pública, porque siempre hay alguien más que lo hará por uno. Peor aún, le delegamos la responsabilidad a los políticos de turno, que nos comen a cuento y se ríen de nosotros una vez salen elegidos.
Los grandes cambios sociales no empiezan a piedra: empiezan con movimientos silenciosos, que cambian los comportamientos de los grupos. Suena muy elaborado, pero no lo es. ¿Se acuerdan en la pandemia, cuando éramos capaces de comprarle a los vecinos sus productos sin tanto aspaviento? Eran momentos en que nos tocaba ajustarnos a lo que el campo produjera, y nos quejábamos por los desabastecimientos conscientemente, y sin armas, palos o piedras.
Una conversación y un cambio de actitud responsable es lo único que nos permitirá darle la vuelta a esto. Ya vimos que seguir culpando al vecino no resultó, que por cuatro años más los alcaldes están acomodando sus fichas para seguir en lo mismo… y nosotros en eso, como espectadores mudos.
Hoy esta columna es para pedirles que trabajemos con corazón e inteligencia por una revolución silenciosa y PACÍFICA por nuestros restaurantes, bares, gastrobares, tiendas, mercados y pequeños emprendimientos. Se avecina la temporada de diciembre y todos queremos que sea lo que necesitamos en nuestros negocios, pero depende de todos, pues tenemos entre pecho y espalda unas de las elecciones más complejas en décadas y todos angustiados porque la plata no rinde.
Un poco de empatía con los productores, con los lugares y, sobre todo, con los espacios que a puño se han consolidado como referente local: mercados, panaderías, restaurantes y el resto de la cadena. Es hora de exigir, ya que estamos en campaña. Lean, pregunten, cuestionen ya que, por amor al cielo, esto no es leche de magnesia, como para tragar entero.
Ayer leí, con mucha angustia, un reporte de la situación del sector gastronómico colombiano. Aumentos que superan el 20 % en los insumos y materias primas, desaceleración en el consumo, arriendos impagables, servicios públicos que suben sin parar… En resumen: la inflación galopa silenciosamente, pero a todo dar, la billetera de todos.
Entonces, es obvio que hay que priorizar, pues si los insumos suben en el sector, lo mismo sucede en nuestras casas. Lo increíble de esto no es ni siquiera que no estemos advertidos, porque todos hemos oído que, según los gurús económicos del mundo, la recesión camina lentamente entre todos los países, y en algunos ya más fuerte que en otros; lo que no es posible es seguir quedándonos callados.
Mi recibo de la luz subió más de 20 % y al del gas propano ya le perdí la cuenta, y así. Además, siento decirles que no es culpa de los operadores, es culpa de que no leemos lo que pagamos, pero sí nos quejamos como borregos. El lunes, que era día de mercado de plaza, hice exactamente el mismo presupuesto, pero llegué a la casa con un tercio menos que hace 15 días porque, según me explicaban, todo subía porque la gasolina estaba disparada.
Sin embargo, también oí en las noticias que la gasolina va a subirse en un mayor intervalo para estos meses que restan del año. Sorpresa entonces: volvemos al modelo borrego de tragar entero. No es sostenible que todo suba mientras seguimos al son de los anuncios, promesas y campanas. Un país con más de 50 millones de habitantes necesita un poco más de faro, luz y guía para todo.
Asusta mucho ver cómo delegamos la responsabilidad de poner temas en la conversación pública, porque siempre hay alguien más que lo hará por uno. Peor aún, le delegamos la responsabilidad a los políticos de turno, que nos comen a cuento y se ríen de nosotros una vez salen elegidos.
Los grandes cambios sociales no empiezan a piedra: empiezan con movimientos silenciosos, que cambian los comportamientos de los grupos. Suena muy elaborado, pero no lo es. ¿Se acuerdan en la pandemia, cuando éramos capaces de comprarle a los vecinos sus productos sin tanto aspaviento? Eran momentos en que nos tocaba ajustarnos a lo que el campo produjera, y nos quejábamos por los desabastecimientos conscientemente, y sin armas, palos o piedras.
Una conversación y un cambio de actitud responsable es lo único que nos permitirá darle la vuelta a esto. Ya vimos que seguir culpando al vecino no resultó, que por cuatro años más los alcaldes están acomodando sus fichas para seguir en lo mismo… y nosotros en eso, como espectadores mudos.
Hoy esta columna es para pedirles que trabajemos con corazón e inteligencia por una revolución silenciosa y PACÍFICA por nuestros restaurantes, bares, gastrobares, tiendas, mercados y pequeños emprendimientos. Se avecina la temporada de diciembre y todos queremos que sea lo que necesitamos en nuestros negocios, pero depende de todos, pues tenemos entre pecho y espalda unas de las elecciones más complejas en décadas y todos angustiados porque la plata no rinde.
Un poco de empatía con los productores, con los lugares y, sobre todo, con los espacios que a puño se han consolidado como referente local: mercados, panaderías, restaurantes y el resto de la cadena. Es hora de exigir, ya que estamos en campaña. Lean, pregunten, cuestionen ya que, por amor al cielo, esto no es leche de magnesia, como para tragar entero.