Eso es lo que le sobra a la cocina del Caribe. El sabor y el son hacen que estos calderos estén hirviendo todo el año. No importa si es Navidad, Semana Santa o temporada baja, las cocinas costeñas siempre tienen algo nuevo para probar. La apropiación de nuevos productos y la innovación con base en los conocimientos ancestrales permiten que esta región mantenga viva su gastronomía local y se funda en nuevos proyectos de cocina internacional.
Quizás lo que más sorprende es cómo la calidad del servicio sigue mejorando. Se preparan sus meseros para que sean capaces de adaptarse a las necesidades de idiomas, solicitudes y particularidades de un turismo que cada vez es más exigente. Desde San Andrés hasta Córdoba pasando por los ocho departamentos que componen esta región, se reconoce el valor de la tradición gastronómica.
Mejoran las técnicas de pesca, se vuelven más respetuosas con sus ciclos y por consiguiente con las vedas; sus frutas y verduras permiten, por región, trabajar en proyectos de protección de semillas locales, y las grandes matronas de las cocinas se vuelven garantes de las delicias criollas. Sabrosura se traduce en butifarra soledeña, cayeye, carne salada con guandú, gallina monteriana, boronía, sancochos, arroces, bollos y una gran variedad de cortes de carnes hacen de esta cocina un tesoro nacional. Dulce o salado, la cocina del Caribe permite que con el paso del tiempo su identidad sea cada vez más fuerte.
Bienvenida la competencia, los nuevos proyectos, la fusión de cocinas y el sabor costeño. ¡Qué sabrosura es mi Caribe!
Hoy quiero recomendarles Colette (@colettebistro) en Cartagena. Este es el resultado de un matrimonio perfecto. Productos locales y sabores franceses en medio de la Plaza de San Pedro Claver hacen que la experiencia sea de disfrute para cada uno de sus platos. Pescado fresco, excelentes cortes de carne y una maravillosa carta de bar les dan la oportunidad de ir con tiempo y hacer una buena sobremesa. Mis recomendados, el steak tartare, la ensalada de peras y los langostinos a la parrilla con puré de arvejas, para chuparse los dedos. El plato estrella sin pensarlo es el filet meunière: pesca artesanal fresca, bañada en una perfecta salsa de mantequilla, limón y perejil fresco. Tengan en cuenta que los vegetales de la mayoría de sus platos son traídos de una huerta orgánica que permite traer insumos del campo a la mesa. ¡Viva Francia en el Caribe! Y disfruten una terraza que enamora a propios y extraños.
Eso es lo que le sobra a la cocina del Caribe. El sabor y el son hacen que estos calderos estén hirviendo todo el año. No importa si es Navidad, Semana Santa o temporada baja, las cocinas costeñas siempre tienen algo nuevo para probar. La apropiación de nuevos productos y la innovación con base en los conocimientos ancestrales permiten que esta región mantenga viva su gastronomía local y se funda en nuevos proyectos de cocina internacional.
Quizás lo que más sorprende es cómo la calidad del servicio sigue mejorando. Se preparan sus meseros para que sean capaces de adaptarse a las necesidades de idiomas, solicitudes y particularidades de un turismo que cada vez es más exigente. Desde San Andrés hasta Córdoba pasando por los ocho departamentos que componen esta región, se reconoce el valor de la tradición gastronómica.
Mejoran las técnicas de pesca, se vuelven más respetuosas con sus ciclos y por consiguiente con las vedas; sus frutas y verduras permiten, por región, trabajar en proyectos de protección de semillas locales, y las grandes matronas de las cocinas se vuelven garantes de las delicias criollas. Sabrosura se traduce en butifarra soledeña, cayeye, carne salada con guandú, gallina monteriana, boronía, sancochos, arroces, bollos y una gran variedad de cortes de carnes hacen de esta cocina un tesoro nacional. Dulce o salado, la cocina del Caribe permite que con el paso del tiempo su identidad sea cada vez más fuerte.
Bienvenida la competencia, los nuevos proyectos, la fusión de cocinas y el sabor costeño. ¡Qué sabrosura es mi Caribe!
Hoy quiero recomendarles Colette (@colettebistro) en Cartagena. Este es el resultado de un matrimonio perfecto. Productos locales y sabores franceses en medio de la Plaza de San Pedro Claver hacen que la experiencia sea de disfrute para cada uno de sus platos. Pescado fresco, excelentes cortes de carne y una maravillosa carta de bar les dan la oportunidad de ir con tiempo y hacer una buena sobremesa. Mis recomendados, el steak tartare, la ensalada de peras y los langostinos a la parrilla con puré de arvejas, para chuparse los dedos. El plato estrella sin pensarlo es el filet meunière: pesca artesanal fresca, bañada en una perfecta salsa de mantequilla, limón y perejil fresco. Tengan en cuenta que los vegetales de la mayoría de sus platos son traídos de una huerta orgánica que permite traer insumos del campo a la mesa. ¡Viva Francia en el Caribe! Y disfruten una terraza que enamora a propios y extraños.