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Están muy de moda en todo el país unos pequeños espacios llenos de magia, nuevas experiencias gastronómicas y maridajes de licores, que brindan la oportunidad de conocer a nuevos amigos alrededor de una gran cena: los clandestinos.
Hace dos semanas les recomendé @clandestinosdoscielos en Bogotá, que realmente está increíble. Además de ellos, he conocido maravillosos espacios llenos de color y sabor, con anfitriones extraordinarios que hacen de la noche un momento único. Veganos, mexicanos, eclécticos o de cocina de autor, de todo se encuentra en esta nueva tendencia gastronómica.
Aunque se trata de otro tipo de experiencia, estos espacios me recuerdan que en Cuba se hicieron muy famosos hace unos años, y aún lo son, los conocidos paladares. Se trataba de casas de familia donde se tenían uno o varios menús diarios, para que los clientes, que se enteraban gracias al voz a voz, llegaran a esos lugares a almorzar o comer. Esto generó una revolución tanto económica como alimenticia.
Confieso que en los últimos tiempos he montado mi propio clandestino en casa, para alternar con los lugares que visito semanalmente en todo el país. Fue mi forma de reproducir la magia de estas experiencias en mi hogar. Entre los trancones, el trabajo que nos ahoga y tantas responsabilidades, a veces se nos olvida que parte de la esencia de vivir es generar espacios distintos en nuestra vida, momentos únicos que nos unan alrededor de lo que más nos gusta. En mí caso, alrededor de una mesa.
Entonces extiendo el mantel heredado de algún familiar, las copas tan queridas y cuidadas, y pongo unas flores en la mesa. Como quien dice, hasta saco la vajilla de las visitas. Por más sencillo que sea el plato que se sirva, la magia está también en los detalles, en esa bebida que ofrecemos para comenzar, en la servilleta con algún detalle amoroso y en la música elegida para el momento.
El menú de mi cena clandestina personal de esta semana, con unos amigos y mi pareja, fue muy sencillo, pero aplausos y abrazos fueron mi premio por ese momento para sacar de la rutina a los que amo. No crean que había caviar, trufas o vinos ultrapremium. El tan celebrado menú consistía en carne desmechada, habichuelas en crema y leche, una buena ensalada y una espectacular limonada de limas amarillas con un toque de mango biche. Todo esto, complementado con una buena playlist, hortensias, mantel de estrellas y juguetes de cocina para divertirse.
Aunque es maravilloso salir de casa y conocer muchas experiencias, también es una opción hacer de los espacios cotidianos un lugar muy especial y convertir una comida rutinaria calentada en el microondas en quizá algo más auténtico y bien montado para nuestros invitados. Anímense a ponerles un poco de fantasía a sus días y verán cómo se vuelven coleccionistas de sonrisas, como yo lo soy ahora.