Sin lugar a dudas es una gran frase que circula estos días en los chats y en las redes. Pero no es una novedad, los colombianos trabajamos como hormigas siempre y con mucha dedicación porque si hay algo que no nos ha quedado grande es meterle corazón y dedicación a cada labor que emprendemos; parte de lo que nos ha hecho crecer es que somos una raza camelladora, que se le mete de frente a todo y que nos ha sacado adelante con ahínco hasta después de una pandemia. Claramente siempre habrá alguien que sea más flojo, pero en sus justas proporciones algo aporta al día de cada uno de nosotros, todo suma y entre todos salimos porque salimos con nuestros objetivos.
No es un tema de jornadas laborales, ni de horas invertidas; cada uno de nosotros como emprendedores o constructores de nuevos o viejos proyectos, invierte el tiempo necesario para que cada mata crezca, los cultivos se rieguen, las producciones lleguen a los acopios y cada mesa tenga alimentos y productos a la hora de empezar con el proceso que corresponda.
Estamos entrando en un peligroso juego de palabras que no solo desanima, sino que no deja ver con claridad las prioridades que tenemos. Por lo menos, el campo, nuestros agricultores y nuestra dieta básica debería seguir siendo prioridad “1A” no una moneda de transacción perdida en las palabras de los discursos.
No solo es un juego de palabras, estamos jugando con la producción, la circulación y la entrega completa de una cadena productiva de un sector que rasguñando la tierra se hace a diario. No podemos olvidarnos que alimentarnos es un derecho básico del que dependemos no solo nosotros los humanos, sino hasta nuestros animales. Atentar contra esto es dispararnos el pie de nuevo, es un salto al vacío sin paracaídas pero este no es un juego, es nuestra realidad.
Estamos por fin reactivándonos del todo, saliendo con algo de confianza a las calles a compartir mesas de los restaurantes y permitirle a este sector recomponerse después de todos los meses de ver sus negocios cerrados, los puestos de trabajos inactivos y los productos sin poder comercializarse. Por ende, lo que esperaríamos todos es poder disfrutar de los espacios, salir en este mes, de ser posible, a conocer Colombia con los hijos y ponernos la mano en el corazón, seguir incentivando el crecimiento del país.
Con las botas puestas y las recetas en la mano, Colombia es un ejemplo gastronómico, de cultura y raíces en los platos, una nación con corazón. No en vano cada día la comunidad internacional reconoce a nuestros talentosos cocineros, al país como destino turístico y nuestros productos como tesoros en sus países. No puede ser tan malo entonces todo en nuestro entorno. Sí estamos trabajando y estamos haciéndolo bien. Quizás cosas para mejorar sin duda, pero que vamos andando, vamos andando.
La sutileza está en los detalles, decía mi sabia abuela, y es así como no podemos caer en el juego nefasto del discurso de odio. Sé que en este punto pueden pensar que parezco hablando de autoayuda, vendedor de libros o quizás que se me corrió el champú, pero es de lo sencillo de la vida; dejar de dividir para crecer.
Aun nos quedan poco más de 10 días antes de la segunda vuelta ojala nos agarren trabajando y andando por un mejor camino para poder seguir construyendo un país con encanto entre todos.
Sin lugar a dudas es una gran frase que circula estos días en los chats y en las redes. Pero no es una novedad, los colombianos trabajamos como hormigas siempre y con mucha dedicación porque si hay algo que no nos ha quedado grande es meterle corazón y dedicación a cada labor que emprendemos; parte de lo que nos ha hecho crecer es que somos una raza camelladora, que se le mete de frente a todo y que nos ha sacado adelante con ahínco hasta después de una pandemia. Claramente siempre habrá alguien que sea más flojo, pero en sus justas proporciones algo aporta al día de cada uno de nosotros, todo suma y entre todos salimos porque salimos con nuestros objetivos.
No es un tema de jornadas laborales, ni de horas invertidas; cada uno de nosotros como emprendedores o constructores de nuevos o viejos proyectos, invierte el tiempo necesario para que cada mata crezca, los cultivos se rieguen, las producciones lleguen a los acopios y cada mesa tenga alimentos y productos a la hora de empezar con el proceso que corresponda.
Estamos entrando en un peligroso juego de palabras que no solo desanima, sino que no deja ver con claridad las prioridades que tenemos. Por lo menos, el campo, nuestros agricultores y nuestra dieta básica debería seguir siendo prioridad “1A” no una moneda de transacción perdida en las palabras de los discursos.
No solo es un juego de palabras, estamos jugando con la producción, la circulación y la entrega completa de una cadena productiva de un sector que rasguñando la tierra se hace a diario. No podemos olvidarnos que alimentarnos es un derecho básico del que dependemos no solo nosotros los humanos, sino hasta nuestros animales. Atentar contra esto es dispararnos el pie de nuevo, es un salto al vacío sin paracaídas pero este no es un juego, es nuestra realidad.
Estamos por fin reactivándonos del todo, saliendo con algo de confianza a las calles a compartir mesas de los restaurantes y permitirle a este sector recomponerse después de todos los meses de ver sus negocios cerrados, los puestos de trabajos inactivos y los productos sin poder comercializarse. Por ende, lo que esperaríamos todos es poder disfrutar de los espacios, salir en este mes, de ser posible, a conocer Colombia con los hijos y ponernos la mano en el corazón, seguir incentivando el crecimiento del país.
Con las botas puestas y las recetas en la mano, Colombia es un ejemplo gastronómico, de cultura y raíces en los platos, una nación con corazón. No en vano cada día la comunidad internacional reconoce a nuestros talentosos cocineros, al país como destino turístico y nuestros productos como tesoros en sus países. No puede ser tan malo entonces todo en nuestro entorno. Sí estamos trabajando y estamos haciéndolo bien. Quizás cosas para mejorar sin duda, pero que vamos andando, vamos andando.
La sutileza está en los detalles, decía mi sabia abuela, y es así como no podemos caer en el juego nefasto del discurso de odio. Sé que en este punto pueden pensar que parezco hablando de autoayuda, vendedor de libros o quizás que se me corrió el champú, pero es de lo sencillo de la vida; dejar de dividir para crecer.
Aun nos quedan poco más de 10 días antes de la segunda vuelta ojala nos agarren trabajando y andando por un mejor camino para poder seguir construyendo un país con encanto entre todos.