A mí esta teoría de que hoy en día la gente come hablándole a un video en el celular me enloquece. No resisto ver cómo se aplastan al frente de un teléfono, sin ningún gusto o siquiera saber qué se van a comer. Son autómatas de una sola mano, porque en la otra está el celular, y entre que cucharean y se toman un par de sorbos de gaseosa, se acabó el almuerzo o la comida.
¿Qué es lo tan atractivo de comer por comer o de alimentarse por inercia mientras están en los celulares? Lo rico de sentarse a la mesa, por lo menos en mi caso, es ver qué hay, cómo mezclarlo y guardar un bocado de lo que más me gusta para el final. Además de picotear el plato de quien tengo al lado y compartir la mesa. Pero bueno, las generaciones cambian y creo que me estoy volviendo vieja.
Conmigo la conquista es fácil, me recordó una buena amiga esta semana, me seducen con comida y me enamoran con un buen vino. Y sí, la velocidad de la vida de hoy no da ni para almorzar en la casa, ni para hacerse grandes manjares para los almuerzos que llevamos, por tanto, esos espacios de conquista se llevan a la mesa con cualquier excusa. Almuerzo de trabajo, un café de media tarde, unos vinos y revisamos el presupuesto.
La comida sigue siendo una necesidad, un negocio, no solo para quienes nos dedicamos a prepararla, sino para quienes en la mesa cierran negocios, fortalecen espacios o se van de conquista. Y si uno lo piensa bien, ¡es muy cierto! Bien dice el dicho popular que un “comercial” (vendedor) que toma limonada, no vende nada.
Los restaurantes son un negocio de doble vía, crecemos cuando tenemos a nuestros comensales felices y nuestros clientes se van dichosos cuando nuestros comedores son sus salas de juntas ampliadas. Hay que tratarlos con amor, hay que romper las reglas y ser flexibles a la hora de compartir los espacios con computadores, música y comida. Cada día es más normal encontrar un punto medio para los almuerzos que se van de largo o las comidas que empiezan más temprano.
Enamórense con una comida, saboréense la vida y compartan cada plato como si fuera una primera cita. Cada uno elegirá a qué va, pero, por amor a Dios, ¡coman con placer!
Hoy les dejo dos planes para compartir:
Café Amarti: Todo un clásico en Usaquén. Un jardín de delicias italianas que provoca no solo comerse la carta entera, sino suspender el tiempo y compartir una tarde completa. Su carta es fundamentalmente comida italiana con sabor de casa; la ensalada con calamares, tomates secos y aceitunas negras es una mezcla de sabores deliciosa y el risotto de hongos, alcachofas y tomates está para chuparse los dedos.
Mi otro plan imperdible es una parranda vallenata que les tome la noche entera, les deje enamorarse de la música y, de paso, de la vida. Indispensable para que sea un éxito una acordeonera(o) de corazón, unos mordiscos bien costeños (arepitas de huevo, butifarras, chicharrones, bollo limpio) y toda la actitud del mundo para saborearse la vida en un son. En mi caso esta semana les quiero recomendar a @mimianayao, no hay pierde y la rumba va hasta el día siguiente.
A mí esta teoría de que hoy en día la gente come hablándole a un video en el celular me enloquece. No resisto ver cómo se aplastan al frente de un teléfono, sin ningún gusto o siquiera saber qué se van a comer. Son autómatas de una sola mano, porque en la otra está el celular, y entre que cucharean y se toman un par de sorbos de gaseosa, se acabó el almuerzo o la comida.
¿Qué es lo tan atractivo de comer por comer o de alimentarse por inercia mientras están en los celulares? Lo rico de sentarse a la mesa, por lo menos en mi caso, es ver qué hay, cómo mezclarlo y guardar un bocado de lo que más me gusta para el final. Además de picotear el plato de quien tengo al lado y compartir la mesa. Pero bueno, las generaciones cambian y creo que me estoy volviendo vieja.
Conmigo la conquista es fácil, me recordó una buena amiga esta semana, me seducen con comida y me enamoran con un buen vino. Y sí, la velocidad de la vida de hoy no da ni para almorzar en la casa, ni para hacerse grandes manjares para los almuerzos que llevamos, por tanto, esos espacios de conquista se llevan a la mesa con cualquier excusa. Almuerzo de trabajo, un café de media tarde, unos vinos y revisamos el presupuesto.
La comida sigue siendo una necesidad, un negocio, no solo para quienes nos dedicamos a prepararla, sino para quienes en la mesa cierran negocios, fortalecen espacios o se van de conquista. Y si uno lo piensa bien, ¡es muy cierto! Bien dice el dicho popular que un “comercial” (vendedor) que toma limonada, no vende nada.
Los restaurantes son un negocio de doble vía, crecemos cuando tenemos a nuestros comensales felices y nuestros clientes se van dichosos cuando nuestros comedores son sus salas de juntas ampliadas. Hay que tratarlos con amor, hay que romper las reglas y ser flexibles a la hora de compartir los espacios con computadores, música y comida. Cada día es más normal encontrar un punto medio para los almuerzos que se van de largo o las comidas que empiezan más temprano.
Enamórense con una comida, saboréense la vida y compartan cada plato como si fuera una primera cita. Cada uno elegirá a qué va, pero, por amor a Dios, ¡coman con placer!
Hoy les dejo dos planes para compartir:
Café Amarti: Todo un clásico en Usaquén. Un jardín de delicias italianas que provoca no solo comerse la carta entera, sino suspender el tiempo y compartir una tarde completa. Su carta es fundamentalmente comida italiana con sabor de casa; la ensalada con calamares, tomates secos y aceitunas negras es una mezcla de sabores deliciosa y el risotto de hongos, alcachofas y tomates está para chuparse los dedos.
Mi otro plan imperdible es una parranda vallenata que les tome la noche entera, les deje enamorarse de la música y, de paso, de la vida. Indispensable para que sea un éxito una acordeonera(o) de corazón, unos mordiscos bien costeños (arepitas de huevo, butifarras, chicharrones, bollo limpio) y toda la actitud del mundo para saborearse la vida en un son. En mi caso esta semana les quiero recomendar a @mimianayao, no hay pierde y la rumba va hasta el día siguiente.