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Cuando uno se enamora profundamente, sabe que siempre está en la cuerda floja si no trabaja para cultivar ese amor. Como dirían las mamás, hay que regar la matica, abonarla, quitarle los bichos y volverla a regar. Eso no pasa exclusivamente con las relaciones. Nos pasa con cada uno de los gustos y disgustos de la vida: lo que nos gusta, nos encanta y vamos con eso hasta el final, mientras que lo que nos cuesta digerir es, de verdad, un suplicio, más allá de que se trate de una simple coliflor o una situación específica de la vida.
Gracias a Dios podemos volver a empezar cada día. De hecho, casi que cada hora, para ser claros, podemos hacer como los GPS y recalcular. Nadie está amarrado a no poder volver a empezar, corregir sus acciones y aprender sobre las lecciones. En realidad, somos como un ISO 9001 humano. Si lo queremos: podemos aprender de los errores, reflexionar sobre ellos y trazar un nuevo plan. De igual manera, y a eso va el chiste de la vida, con un poco de paciencia y un montón de trabajo, cada proyecto vuelve a nacer en la medida que se le meta cabeza, corazón y muchísima dedicación.
Esta semana me pasó eso con un restaurante que tenía borrado de mi cabeza, pero no de mi corazón. Ubicado precisamente en el corazón de Usaquén, en Bogotá, está Bistro La Casserole (@bistrolacasserole). Una colorida casa que esconde tras sus puertas una carta mediterránea, que vuelve a florecer después de unos duros meses de pandemia. Como la mayoría de los restaurantes, el bicho los obligó a reorganizarse, releer a sus clientes y revisar la carta, para darle un nuevo aire a los negocios, a lo que llevaban a la mesa y la oferta competitiva que ofrecen.
El lugar deja ver con claridad la pasión de sus dueños por el restaurante. Son, además, un equipo comprometido con los cambios y con la comida deliciosa y técnicamente muy bien elaborada. Todo esto se vuelve una excusa para sentarse, con tiempo, a compartir unos buenos tragos y varios platos al centro de la mesa. En esta carta hay espacio para todos los gustos: omnívoros, veganos y, amigos… para todos hay espacio. Para los que quieren un desayuno bien trancado, hay un delicioso brunch los fines de semana, y para los románticos, un lindo espacio en el segundo piso para una tarde con vinos y algo de tapeos, que los inspire fortalecer ese enamoramiento.
El rack de cordero en vino tinto y romero es para chuparse los dedos, y debo reconocer que me sorprendió su alta calidad y buen sabor. Acompañado de las papas fritas de la casa, es un plato con el que van a la fija. El fricassé de pollo me llevó a la casa de mi abuela. Siempre será un plato cercano al corazón, con salsa, verduras y bocados sabrosos de puré de papa como el mejor complemento. Los corazones de alcachofa, las albóndigas de pollo y los chicharrones son platos para compartir y disfrutar por su buen sabor, decoración y texturas maravillosas.
¡Como ven, hay para todos los gustos! Para los negocios, para celebrar, para tardear o para pasar una velada extraordinaria en un sitio que inspira, que enamora y al que seguro van a querer volver.