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En estos días se cumplió medio siglo de la muerte de Pablo Picasso. Es bueno usar esta efeméride para recordar a uno de los artistas más revolucionarios de la historia de la pintura, un genio que supo evolucionar a través de su vida y siempre contribuyó a crear nuevos puntos de vista en cada cambio que su fecunda imaginación traía a la luz. Ya son tantos lo panegíricos que le han hecho como a uno de los pintores más llenos de una creatividad siempre lozana e innovadora que uno más sobraría, pero sí se pueden recordar algunas facetas de su vida como homenaje a este inmortal.
Eso de usar su apellido materno, Picasso, en lugar del paterno, Ruiz, ha dado lugar a muchas interpretaciones pseudopsicológicas, cuando la realidad es más simple: sus amigos, cuando comenzaba su brillante carrera, consideraron que Ruiz era un apellido demasiado común y que si quería distinguirse era preferible ser llamado Picasso y el pintor aceptó sin que eso implicara conflictos paternos, como algunos quisieran. A pesar de sus éxitos en pintura y escultura, una faceta que muchos olvidan fue la de diseñador de escenografías y vestuarios para ballet, donde su desbordada imaginación dio nacimiento a increíbles telones. Uno de ellos se puede ver aún, ya que el Ballet Nacional de España tiene en su repertorio El sombrero de tres picos, con música de Manuel de Falla, y ahí usan los diseños de vestuario y escenografías originales. Lo que hay sobre la escena es un derroche de color e imaginación que agrega a la belleza de esa obra maestra de la música para ballet.
Pocos saben que Picasso fue director del Museo del Prado, y en ese cargo estuvo por tres años, así fuera nominalmente desde que Manuel Azaña, el presidente de la república española usurpada por Franco, lo nombró, en 1936. Es irónico entonces que este gran museo no tuviera entre sus colecciones obras de Picasso, ya que solo hace muy pocos años incorporaron obras suyas. Su fecundidad pictórica está demostrada por el hecho de que hay varios Museos Picasso en el mundo, entre otros lugares en París y Barcelona, y en ellos llama la atención la manera como rindió homenaje a otros grandes artistas a los cuales reinterpretó a través de su punto de vista. Por ejemplo, la serie dedicada a Las meninas, de Velázquez, que se exhiben en el museo de Barcelona, deja a quien las ve sorprendido por el derroche de imaginación y respeto que tienen esas obras.
Son 50 años sin Picasso y aunque murió nonagenario, uno se puede preguntar qué nuevos grandes aportes al arte hubiera hecho de haber vivido unos cuantos años más. Pero lo que dejó como herencia artística es algo único que hace agradecer que Picasso hubiera estado en este mundo.
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