Con la presentación de “Cosí fan tutte” el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo culminó el montaje de la trilogía de óperas de Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte, tres obras maestras que con razón figuran entre las cimas musicales de nuestra civilización. Bajo la dirección musical de José Areán al frente de la Sinfónica de Colombia y con el montaje escénico de Marcelo Lombardero y un sexteto de cantantes, de los cuales hay que resaltar que cuatro de ellos eran colombianos, el resultado final tuvo bastantes cosas notables. El director supo dar unos tiempos mozartianos muy acertados y los cantantes superaron con creces los difíciles requerimientos de esta ópera, con mucho la más exigente vocalmente de la trilogía. Fue un conjunto equilibrado y aunque no se oyeron momentos excepcionales, si puede decirse que todo salió sin problemas.
La parte escénica a cargo de Lombardero trasladó la ópera a nuestros tiempos, a un balneario donde con ingeniosa escenografía, los cambios de escena se hicieron en forma continua y sin tropiezos. Lombardero es recordado por un excelente “Mahagonny” de Weill y un discutible “Don Juan” y en el caso de “Cosí fan tutte” lo que hizo sacó la ópera adelante sin que ella sufriera por el cambio a nuestros días ya que la trama fue respetada y no se traicionó, como sucede muchas veces los deseos de los autores. Hay que anotar que da Ponte en su libreto trató con gran discreción la sexualidad implícita en la trama, que sugirió en forma indirecta, pero el director escénico decidió mostrar las cosas con crudeza que en algún momento llegó a la vulgaridad. Además, en varias ocasiones los comparsas y el coro en el fondo de la escena gesticulaban grotescamente en el fondo sin ninguna razón aparente. Se suponía en el montaje que se trataba de una versión para televisión, pero aparte de mostrar unas cámaras durante la obertura, ese concepto no fue aprovechado a lo largo de la representación. Fueron convincentes los disfraces de los dos amantes que tratan de mostrar la infidelidad femenina aunque no tanto las dos veces que la criada se hace pasar por médico en un momento y por notario en el otro. De todas formas el montaje no cayó en la tentación tan frecuente de tantos directores escénicos que creen saber en una ópera más que los creadores y fue respetuoso de la trama básica, así haya apelado a algunos chistes exagerados y que no venían al caso. Lo cierto es que fue algo que se vio y oyó con agrado. El público pareció satisfecho por las adehalas concebidas solo para hacer reír.
Hay que felicitar al Teatro poe haber vuelto al programa de mano impreso, necesario y cómodo y que se echó de menos por mucho tiempo.
Con la presentación de “Cosí fan tutte” el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo culminó el montaje de la trilogía de óperas de Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte, tres obras maestras que con razón figuran entre las cimas musicales de nuestra civilización. Bajo la dirección musical de José Areán al frente de la Sinfónica de Colombia y con el montaje escénico de Marcelo Lombardero y un sexteto de cantantes, de los cuales hay que resaltar que cuatro de ellos eran colombianos, el resultado final tuvo bastantes cosas notables. El director supo dar unos tiempos mozartianos muy acertados y los cantantes superaron con creces los difíciles requerimientos de esta ópera, con mucho la más exigente vocalmente de la trilogía. Fue un conjunto equilibrado y aunque no se oyeron momentos excepcionales, si puede decirse que todo salió sin problemas.
La parte escénica a cargo de Lombardero trasladó la ópera a nuestros tiempos, a un balneario donde con ingeniosa escenografía, los cambios de escena se hicieron en forma continua y sin tropiezos. Lombardero es recordado por un excelente “Mahagonny” de Weill y un discutible “Don Juan” y en el caso de “Cosí fan tutte” lo que hizo sacó la ópera adelante sin que ella sufriera por el cambio a nuestros días ya que la trama fue respetada y no se traicionó, como sucede muchas veces los deseos de los autores. Hay que anotar que da Ponte en su libreto trató con gran discreción la sexualidad implícita en la trama, que sugirió en forma indirecta, pero el director escénico decidió mostrar las cosas con crudeza que en algún momento llegó a la vulgaridad. Además, en varias ocasiones los comparsas y el coro en el fondo de la escena gesticulaban grotescamente en el fondo sin ninguna razón aparente. Se suponía en el montaje que se trataba de una versión para televisión, pero aparte de mostrar unas cámaras durante la obertura, ese concepto no fue aprovechado a lo largo de la representación. Fueron convincentes los disfraces de los dos amantes que tratan de mostrar la infidelidad femenina aunque no tanto las dos veces que la criada se hace pasar por médico en un momento y por notario en el otro. De todas formas el montaje no cayó en la tentación tan frecuente de tantos directores escénicos que creen saber en una ópera más que los creadores y fue respetuoso de la trama básica, así haya apelado a algunos chistes exagerados y que no venían al caso. Lo cierto es que fue algo que se vio y oyó con agrado. El público pareció satisfecho por las adehalas concebidas solo para hacer reír.
Hay que felicitar al Teatro poe haber vuelto al programa de mano impreso, necesario y cómodo y que se echó de menos por mucho tiempo.