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El recital de Joshua Bell

Manuel Drezner
29 de noviembre de 2024 - 12:00 p. m.
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Joshua Bell es sin duda uno de los grandes violinistas de nuestros tiempos, y su recital en el Teatro Santo Domingo, donde tocó acompañado por el pianista estadounidense Peter Dugan, demostró que no solo es un instrumentista de calibre, sino también músico de gusto refinado. En efecto, muchos violinistas hacen programas alrededor de una o dos obras mayores y las complementan con piecitas intrascendentes destinadas a mostrar sus capacidades técnicas.  Eso quiere decir que lo que debería ser una ocasión musical se convierte en algo así como un circo violinistico, donde se exhiben toda clase de piruetas con el instrumento y con el arco. Bell es un músico serio y el programa que tocó tenía tres obras mayores en donde no se hacían concesiones.

La primera de ellas, una de las sonatas que Mozart compuso para París, no da margen para exhibiciones acrobáticas, sino que es música pura y Bell le supo dar esa gracia mezclada con profundidad que caracteriza a Mozart.

Siguió con una obra básica dentro de las creaciones para violín, la inmensa Fantasía en do mayor de Schubert, obra que no solo tiene grandes contenidos musicales, sino que también es endiabladamente difícil no solo para el violinista sino también para el pianista. Se necesitaba de un Schubert para combinar lo virtuoso con lo artístico y ambos intérpretes dieron buena cuenta de una pieza que es básica dentro de la literatura del instrumento y que, además, hacía muchos años que no se escuchaba en la ciudad. El pianista no solo acompañó, sino que fue una figura tan central como la de Bell.

Finalmente, se oyó la primera sonata de Fauré, obra insigne y que además venía como muy oportuna, ya que este fue el año del centenario del gran compositor  francés. Esta obra, incidentalmente, era una de las músicas preferidas de García Márquez, quien amaba a Fauré en forma particular. También es aludida en las novelas magistrales de Proust, “En busca del tiempo perdido” y se trata de una creación única que es extraño que no figure con más frecuencia en programas de recitales. Hubo al final tres bises, entre ellos un movimiento del homenaje que Ysaye, otro gran violinista del pasado, hizo a Bach, componiendo unas sonatas para violín solo.

En resumidas cuentas se trató de una ocasión musical de envergadura, con una sala en donde no cabía un alfiler y que permitió oír a uno de los más importantes intérpretes de nuestros tiempos.

 

Gines de Pasamonte(86371)Hace 1 hora
¡Enhorabuena por Bogotá y sus magníficos conciertos, don Manuel! Joshua Bell (1967), Itzhak Perlman (1945), Pinchas Zukerman (1948), Shlomo Mintz (1957), Maxim Vengerov (1974), lo mejor de la última mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Vengerov, a mi juicio, el legítimo sucesor del gran David Oistrakh (1908-1974), tuve la fortuna de verlo en el Hay Festival de Cartagena 2016 con su violín Stradivarius “Kreutzer” de 1727.
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