Fue un bello gesto el de la Orquesta Nacional de España, dirigida por David Afkham, que dio dos conciertos a lleno completo en el Teatro Santo Domingo, que el primero de ellos fuera dedicado a la paz de Colombia. Una estatua de una paloma de la paz adornaba el escenario delante del director, y hubo discursos alusivos a la emotiva ocasión. Que el deseo de paz que todos tenemos se manifieste con un excelente concierto es una nueva forma de mostrar cómo la música puede expresar los más bellos deseos humanos.
En cuanto a los dos conciertos en sí, en el primero la obra central fue el archipopularísimo Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo (de quien este año se conmemoraron 25 de su muerte), con un solista experto en esta música, el guitarrista Pablo Sainz-Villegas. Aunque hubo el acierto de amplificar el instrumento, cosa necesaria en algunos que, como la guitarra o el clavecín, tienen un sonido muy tenue, esa amplificación fue excesiva. Pero la obra fue recibida con merecido aplauso, igual que sucedió con el resto del programa, que incluía obras de Turina, Ricardo Strauss y Manuel de Falla.
En el segundo concierto el solista fue Juan Floristán, pianista español, quien tocó las bellísimas Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla. Floristán ha ganado importantes concursos de piano internacionales, y demostró con su interpretación, al mismo tiempo íntima y sonora, sus méritos.
En este concierto igualmente se hizo el estreno en Colombia de la Quinta Sinfonía de Prokofiev, un hito de la música del siglo XX, en una versión de gran emotividad, que corresponde a las circunstancias en que fue compuesta durante la Segunda Guerra Mundial.
Fueron dos conciertos excelentes, con dirección acertada y que, al ser un aporte artístico por la paz que tanto se quiere, tuvo doble significado.
Fue un bello gesto el de la Orquesta Nacional de España, dirigida por David Afkham, que dio dos conciertos a lleno completo en el Teatro Santo Domingo, que el primero de ellos fuera dedicado a la paz de Colombia. Una estatua de una paloma de la paz adornaba el escenario delante del director, y hubo discursos alusivos a la emotiva ocasión. Que el deseo de paz que todos tenemos se manifieste con un excelente concierto es una nueva forma de mostrar cómo la música puede expresar los más bellos deseos humanos.
En cuanto a los dos conciertos en sí, en el primero la obra central fue el archipopularísimo Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo (de quien este año se conmemoraron 25 de su muerte), con un solista experto en esta música, el guitarrista Pablo Sainz-Villegas. Aunque hubo el acierto de amplificar el instrumento, cosa necesaria en algunos que, como la guitarra o el clavecín, tienen un sonido muy tenue, esa amplificación fue excesiva. Pero la obra fue recibida con merecido aplauso, igual que sucedió con el resto del programa, que incluía obras de Turina, Ricardo Strauss y Manuel de Falla.
En el segundo concierto el solista fue Juan Floristán, pianista español, quien tocó las bellísimas Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla. Floristán ha ganado importantes concursos de piano internacionales, y demostró con su interpretación, al mismo tiempo íntima y sonora, sus méritos.
En este concierto igualmente se hizo el estreno en Colombia de la Quinta Sinfonía de Prokofiev, un hito de la música del siglo XX, en una versión de gran emotividad, que corresponde a las circunstancias en que fue compuesta durante la Segunda Guerra Mundial.
Fueron dos conciertos excelentes, con dirección acertada y que, al ser un aporte artístico por la paz que tanto se quiere, tuvo doble significado.