Hay que insistir en el hecho de que los compositores colombianos de música culta parecen ser olvidados por quienes hacen las programaciones de nuestras orquestas. Es indiscutible que escuchar música nacional no es algo frecuente y con eso se está haciendo daño al futuro de la creación musical colombiana. Infortunadamente, uno comprueba todos los días que los creadores de música clásica colombiana son olvidados por las entidades de la cultura del país, lo cual implica que esos artistas no se conocen.
Hay que recordar nuevamente que un pintor solo necesita de un muro para colgar sus obras o que un escritor tiene numerosas formas como puede editar lo suyo, pero un músico depende de que se le interprete o sus creaciones no las conocerá el gran público. De ahí que sería un paso importante que nuestras orquestas se propusieran como deber ineludible incluir obras de músicos colombianos en sus programas. Hay compositores que parecen haber sido olvidados y que ha hecho que importantes creadores del pasado sean desconocidos. Por eso la obra de artistas como Guillermo Uribe Holguín, como Roberto Pineda, como Blas Emilio Atehortúa, como Jesús Pinzón, como Fabio González y otros tantos que han contribuido en su momento al panorama cultural colombiano, simplemente pareciera que no existiera. Y, desde luego, si eso pasa con ilustres figuras del pasado, ¿qué pueden esperar tantos músicos de nuestros tiempos, en especial los jóvenes, para ser conocidos? La realidad es que el futuro de la creación musical culta en Colombia está gravemente amenazado y esa es una situación trágica para la cultura. Un país no tiene derecho a ignorar a sus artistas, quienes deberían ser motivo de orgullo y no de olvido.
Hay que insistir en el hecho de que los compositores colombianos de música culta parecen ser olvidados por quienes hacen las programaciones de nuestras orquestas. Es indiscutible que escuchar música nacional no es algo frecuente y con eso se está haciendo daño al futuro de la creación musical colombiana. Infortunadamente, uno comprueba todos los días que los creadores de música clásica colombiana son olvidados por las entidades de la cultura del país, lo cual implica que esos artistas no se conocen.
Hay que recordar nuevamente que un pintor solo necesita de un muro para colgar sus obras o que un escritor tiene numerosas formas como puede editar lo suyo, pero un músico depende de que se le interprete o sus creaciones no las conocerá el gran público. De ahí que sería un paso importante que nuestras orquestas se propusieran como deber ineludible incluir obras de músicos colombianos en sus programas. Hay compositores que parecen haber sido olvidados y que ha hecho que importantes creadores del pasado sean desconocidos. Por eso la obra de artistas como Guillermo Uribe Holguín, como Roberto Pineda, como Blas Emilio Atehortúa, como Jesús Pinzón, como Fabio González y otros tantos que han contribuido en su momento al panorama cultural colombiano, simplemente pareciera que no existiera. Y, desde luego, si eso pasa con ilustres figuras del pasado, ¿qué pueden esperar tantos músicos de nuestros tiempos, en especial los jóvenes, para ser conocidos? La realidad es que el futuro de la creación musical culta en Colombia está gravemente amenazado y esa es una situación trágica para la cultura. Un país no tiene derecho a ignorar a sus artistas, quienes deberían ser motivo de orgullo y no de olvido.