Nuevamente los profetas del desastre están haciendo pronósticos pesimistas sobre el fin de la música clásica. Esta vez se basan en las estadísticas recientemente publicadas, que indican que las descargas de música clásica por internet apenas llegan al 3 % del total, lo cual —según ellos— demuestra que la gente no está interesada en la música de los grandes maestros.
Yo pienso algo distinto. Por un lado, los asistentes a recitales, conciertos y representaciones de ópera en todo el mundo llenan los respectivos teatros y salas de conciertos. Por ejemplo, la Ópera de Viena ha dicho con orgullo que en la temporada pasada casi el 100 % de las localidades fueron ocupadas, mientras que la Ópera Cómica de Berlín ha alcanzado el 90 % de ocupación. Las representaciones en París informan de cifras similares y el Carnegie Hall, en Nueva York, se ha convertido en un lugar donde es casi imposible conseguir una boleta para algún concierto. Claro que se podría decir que la Ópera Metropolitana de la misma ciudad a duras penas tiene una ocupación de poco más de la mitad, pero en este caso yo atribuyo la culpa a la equivocada política de incrementar los precios de las localidades a cifras absurdas y a la presente preponderancia de montajes de segunda categoría, influenciados por lo que graciosamente llaman eurotrash. Entre nosotros mismos, uno ve que la asistencia a los conciertos sinfónicos, al Teatro Santo Domingo y al Colón, es abundante y que la ocupación fue impresionante en el pasado festival de compositores románticos europeos.
¿Qué está sucediendo entonces con las ventas de grabaciones de música clásica en internet? Yo opino que una de las razones por las cuales las descargas no tienen grandes cifras es que este medio ha degradado la calidad del sonido. Después de años en que ingenieros acústicos buscaron que el sonido de grabaciones mejorara cada día, uno se encuentra que las necesidades técnicas de internet han generado un gran paso atrás y su respuesta sonora a duras penas equivale a lo que se tenía en los viejos discos de 78 revoluciones. En contraste, muchas compañías dedicadas a grabar música clásica, que la venden a precios decentes, están prosperando.
Lo anterior demuestra simplemente que lo que decae es la descarga de música clásica por internet, pero que Beethoven, Mozart y Haydn tienen su puesto asegurado en las preferencias de muchos. Quizás el número no llega al de los aficionados al rock y similares (aunque este también está demostrando decadencia), pero estoy seguro de que, pese a los pronósticos pesimistas, su lugar está asegurado y que por muchos siglos mantendrá la vigencia que siempre ha tenido.
Nuevamente los profetas del desastre están haciendo pronósticos pesimistas sobre el fin de la música clásica. Esta vez se basan en las estadísticas recientemente publicadas, que indican que las descargas de música clásica por internet apenas llegan al 3 % del total, lo cual —según ellos— demuestra que la gente no está interesada en la música de los grandes maestros.
Yo pienso algo distinto. Por un lado, los asistentes a recitales, conciertos y representaciones de ópera en todo el mundo llenan los respectivos teatros y salas de conciertos. Por ejemplo, la Ópera de Viena ha dicho con orgullo que en la temporada pasada casi el 100 % de las localidades fueron ocupadas, mientras que la Ópera Cómica de Berlín ha alcanzado el 90 % de ocupación. Las representaciones en París informan de cifras similares y el Carnegie Hall, en Nueva York, se ha convertido en un lugar donde es casi imposible conseguir una boleta para algún concierto. Claro que se podría decir que la Ópera Metropolitana de la misma ciudad a duras penas tiene una ocupación de poco más de la mitad, pero en este caso yo atribuyo la culpa a la equivocada política de incrementar los precios de las localidades a cifras absurdas y a la presente preponderancia de montajes de segunda categoría, influenciados por lo que graciosamente llaman eurotrash. Entre nosotros mismos, uno ve que la asistencia a los conciertos sinfónicos, al Teatro Santo Domingo y al Colón, es abundante y que la ocupación fue impresionante en el pasado festival de compositores románticos europeos.
¿Qué está sucediendo entonces con las ventas de grabaciones de música clásica en internet? Yo opino que una de las razones por las cuales las descargas no tienen grandes cifras es que este medio ha degradado la calidad del sonido. Después de años en que ingenieros acústicos buscaron que el sonido de grabaciones mejorara cada día, uno se encuentra que las necesidades técnicas de internet han generado un gran paso atrás y su respuesta sonora a duras penas equivale a lo que se tenía en los viejos discos de 78 revoluciones. En contraste, muchas compañías dedicadas a grabar música clásica, que la venden a precios decentes, están prosperando.
Lo anterior demuestra simplemente que lo que decae es la descarga de música clásica por internet, pero que Beethoven, Mozart y Haydn tienen su puesto asegurado en las preferencias de muchos. Quizás el número no llega al de los aficionados al rock y similares (aunque este también está demostrando decadencia), pero estoy seguro de que, pese a los pronósticos pesimistas, su lugar está asegurado y que por muchos siglos mantendrá la vigencia que siempre ha tenido.