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Los bogotanos nos encerramos el 20 de marzo. Al simulacro con el cual iniciamos los confinamientos se adosó la primera cuarentena nacional que iba hasta el 13 de abril. Esta se extendió luego hasta el 26 del mismo mes seguida de una nueva prolongación que va hasta el 11 de mayo. Llegada esa fecha completaremos 53 días encerrados en la capital.
¿Para qué? Para adecuar el sistema de salud: las experiencias que vimos en otros países mostraron que en los picos de transmisión del coronavirus no había manera de atender simultáneamente la demanda por servicios médicos. Encerrar a los ciudadanos era la única manera de aplazar la llegada de ese pico y preparar al sistema de salud, que incluía no solo adecuaciones físicas y logísticas, sino poner en marcha el programa de pruebas, seguimientos y confinamientos de los contagiados y de educación ciudadana para reducir los contagios.
Los modelos que proyectan la evolución de casos en Bogotá sugieren que la estrategia fue exitosa: el pico se aplazó para el mes de agosto. Así, la ciudad habrá tenido cinco meses de preparación para adecuar su sistema de salud y atender una oleada para la que no estaba diseñado.
Hay voces pidiendo nuevas rondas de confinamientos; alegan que 53 días es insuficiente. Algunas anuncian que el encierro habrá de durar lo que tarde en llegar una vacuna: faltaría mínimo un año para ese hito, quizás más. Para analizar esas propuestas hay que volver a la pregunta: ¿para qué? Si se analizan las proyecciones de los modelos epidemiológicos a la vuelta de un año, los resultados con o sin cuarentena lucen idénticos. El porcentaje de la población que habrá sido contagiado es el mismo y la mortalidad también. Por el lado de esas cifras no hay ganancias de prolongar los encierros.
Otra razón sería que no utilizamos los cinco meses que nos compramos para adecuar el sistema de salud. El gobernante local o nacional que prolongue la cuarentena con el argumento de que todavía no adecuó el sistema de salud es también uno que admitiría que los ciudadanos nos tenemos que tomar la peor de las medicinas como consecuencia de su fracaso.
Las ayudas que en tiempo récord le hicimos llegar a los ciudadanos y empresas están pensadas para sobreaguar un par de meses, quizás tres. En marzo, con solo una semana de cuarentena nacional, ya se perdieron 1,6 millones de empleos en Colombia. El resultado de abril, con el mes completo encerrados, será catastrófico. La situación de los hogares colombianos, en ausencia del encarcelamiento nacional, sería en todo caso extremadamente compleja. Pero si se imponen las voces que creen que debemos encerrarnos hasta que haya vacuna, el país en cámara lenta, caminará hacia el abismo, la quiebra generalizada de sus ciudadanos y el caos social. Los esfuerzos de generaciones por construir para sus familias una vida mejor que la que les tocó habrán quedado derrumbados. Y cuando se escriba con sosiego la historia de estos tiempos, se preguntarán: ¿para qué?
@mahofste