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En 1708, frente a las costas de Cartagena, la flota británica comandada por el almirante Charles Wagner atacó una flota de barcos españoles. La batalla de Barú, como tantas otras, la habríamos olvidado si no fuera porque producto de ésta se hundió un galeón, el San José, cargado de tesoros que se sumergieron 600 metros. En los últimos años, tras ser redescubierto el sitio exacto del naufragio, el rescate de sus restos ha dado lugar a enormes debates que aún no terminan. El costo del rescate, las complicaciones diplomáticas y jurídicas, los vaivenes gubernamentales y la complejidad técnica apuntan a que pasarán años antes de que lo veamos resurgir de las profundidades.
El naufragio de ese tesoro no fue ni mucho menos el único que sufrió España durante los años de extracción colonial: se perdieron más de 30 barcos cargados de riquezas, la mayoría a manos de huracanes y en una menor proporción hubo pérdidas, como la del San José, fruto de combates o actos de piratería. En términos del tesoro, la del San José fue una de las pérdidas más grandes. Algunos cálculos estiman que en ese galeón viajaban más de 280 toneladas de plata.
En una reciente publicación, investigadores asociados a universidades del Reino Unido y de Países Bajos utilizaron los registros históricos de barcos españoles cargados de tesoros que se perdieron parcial o totalmente para estudiar el efecto de esas pérdidas sobre la economía. Los tesoros perdidos iban a ser parte de la moneda circulante de España y su pérdida puede ser utilizada para dar luces sobre una pregunta que sigue siendo fundamental para las políticas públicas: ¿cuáles son los efectos de reducciones en el crecimiento de la cantidad de dinero circulante (que hoy en día dependen de las decisiones de los bancos centrales)?
La ventaja de utilizar esos eventos para estudiar esa pregunta es que esos vaivenes de la oferta monetaria fueron producto de los caprichos del mar en lugar de ser la respuesta de un banco central a los síntomas que observa en una economía. La pregunta de marras involucra un reto empírico que se asemeja al de comprobar la efectividad, por ejemplo, de la presencia policial en reducir el crimen: si la presencia se concentra en barrios peligrosos uno podría concluir, al ver que hay más policías en esos barrios, que estos causan el mayor crimen. Igual sucede con el actuar de los bancos centrales. Los caprichos del mar son el equivalente a poner aleatoriamente más policías en diferentes zonas para estudiar su impacto.
Los investigadores encuentran que una pérdida de un barco con un cargamento equivalente al 1 % de las monedas circulantes en España (la del San José fue una pérdida equivalente al 12 % de las monedas circulantes), produjo caídas de la actividad económica del reino de más del 1 % anual que se prolongaron en promedio por cerca de cinco años. Con un rezago de un par de años, los investigadores estiman que los precios también cayeron en proporciones similares a las pérdidas monetarias.
@mahofste