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Al Gobierno se le cayó la reforma laboral en el Congreso de la República. Tras la derrota política, anunció que la volverá a presentar en la siguiente legislatura. No está claro si insistirá en el mismo texto o si introducirá modificaciones.
Para priorizar las ideas sobre qué cambios en las reglas de juego laborales deberíamos empujar, es útil ordenar a los trabajadores de Colombia en una escalera en la que en los escalones de abajo están aquellos con una situación más difícil y en los superiores aquellos en la mejor posición. Para facilitar la interpretación voy a ordenar a los trabajadores de Colombia en 100 escalones. Las acciones del Gobierno, opino, deberían enfocarse en la parte baja de la escalera, más en un gobierno que se proclama de izquierda y dice representar como nunca antes a los nadies.
Los primeros 11 escalones los ocupan los desempleados. Esa es la normalidad colombiana: en muy contadas ocasiones hemos tenido en las últimas décadas menos de 10 peldaños de desempleados. Esa una cifra vergonzosa tanto si nos comparamos con nuestros pares latinoamericanos —en 2022 el promedio de la región fue de 7,2 %— como contra nuestros colegas de la OCDE —su último dato promedio no llega al 5 %—.
Luego vienen 89 escalones con nuestros ocupados. Pero no todos los ocupados son iguales. Los primeros 51 escalones con población ocupada los habitan los informales. Tienen menores ingresos (muchos de ellos por debajo del salario mínimo), por definición su situación laboral no cumple con los estándares de la ley, tienen menos educación (42 de esos 51 tienen solo educación secundaria o menos), 32 de esos 51 trabajan por cuenta propia y muchos lo hacen en el sector agropecuario (12 de los 51).
Entre desempleados e informales copan los primeros 62 escalones de marras. Un observador de la realidad colombiana, viendo esas cifras y un gobierno con las proclamas descritas, esperaría encontrar en la reforma laboral las herramientas que empujarán a miembros de estos primeros 62 escalones hacia arriba: que haya menos peldaños con desempleados, menos copando los duros escalones de la informalidad. Y aquí viene la paradoja: ¡la reforma no se ocupa de esos 62 escalones! Se ocupa de los 38 de arriba, de los privilegiados que tenemos trabajos formales.
Pero el asunto es más grave que ignorar a los 62 que requieren más atención: el escalón que permite saltar de informal a formal siempre ha sido alto; la reforma amplía esa distancia. Y, de hecho, al recargar de derechos (la palabra “derecho” aparece 75 veces en el proyecto) a los 38 privilegiados de la parte alta, las decisiones futuras de los empleadores nos llevarán a un equilibrio con menos trabajadores en el tramo alto.
P. D. El presidente ha insistido en que la reforma que él propone reducirá la jornada laboral, que es de 48 horas semanales. Eso no es cierto: en 2021 ya se aprobó una reforma que la reducirá paulatinamente hasta llegar a 42. Esa reducción comienza ahora, en julio de 2023.
@mahofste