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Los fondos privados de pensiones en Colombia tienen cerca de 18 millones de afiliados que depositan allí sus contribuciones obligatorias. Esos aportes y sus rendimientos suman a la fecha $366 billones, un monto que corresponde a aproximadamente la cuarta parte del PIB anual colombiano.
Los fondos reciben esas cotizaciones y las invierten en los mercados financieros, buscando el mejor balance entre rentabilidad y seguridad. Maximizar la rentabilidad es importante para el afiliado, pues esta determinará los recursos con que cuente cuando llegue a la edad de retiro en esos fondos. Si el afiliado decide trasladarse al régimen de reparto de Colpensiones, al Gobierno también le conviene que los rendimientos de esos recursos hayan sido altos, de manera que el traslado deje en sus arcas más recursos para financiar los pagos pensionales.
Desde esa óptica, resulta muy positivo el informe de la OCDE que estima que los fondos pensionales colombianos han sido los de mayor rendimiento real en los últimos 20 años, con una tasa del 6,2 % anual.
El acervo de ahorro y sus rendimientos han sido un caballito de batalla de los fondos de pensiones para reclamar su lugar en el rediseño del sistema que presentó el Gobierno al Congreso. Han argumentado con razón que, si las contribuciones de sus afiliados fueran ahora usadas para financiar las pensiones actuales de Colpensiones, esa importante pieza del ahorro nacional se evaporaría, dejando huérfana una fuente que financia la inversión local y empuja a la baja las tasas de interés internas.
Pero aquí surge una disyuntiva. Hoy en día, más de la mitad de los recursos administrados por los fondos de pensiones están invertidos en el exterior. Eso no siempre ha sido así. A comienzos de la década pasada, solo la quinta parte de esos recursos estaba en el exterior y antes de la pandemia esa proporción era de un tercio. En búsqueda de mayores retornos para sus afiliados, los fondos han decidido de manera creciente buscar alternativas de inversión por fuera de Colombia. Si bien no sabemos qué rendimientos habrían obtenido si hubieran permanecido en Colombia, los buenos retornos que los llevan a liderar la tabla de la OCDE en los últimos 20 años hacen imposible argumentar que sus estrategias de inversión sean malas.
Pero sí es cierto, desde el punto de vista macroeconómico, que no tener esos recursos invertidos en Colombia nos deja sin esa oferta de recursos que permitiría menores costos de financiamiento públicos y privados, mayor desarrollo del mercado de capitales y menores presiones sobre la tasa de cambio.
En el reciente Congreso de Asofondos, el presidente Petro habló de lo divino y de lo humano, defendió la necesidad de una reforma, aprovechó para quejarse de esa alta proporción invertida en el exterior, les recordó a los fondos que puede cambiar por decreto los límites permitidos de dicha inversión externa y cerró, no sé si con buen humor o con ironía, afirmando que “nos toca entendernos porque si sigue igual ustedes ya no van a poder hacer muchos congresos de aquí en adelante”. Se rió y se despidió.
@mahofste