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Tras los brotes inflacionarios que llevaron al incremento de precios de Estados Unidos a mediados de 2022 a superar el 9 %, el Banco Central le bajó a la música de la fiesta conduciendo la tasa de interés de política monetaria a los niveles más altos del presente siglo. Si bien la inflación ha venido cediendo, la fiesta del PIB y el empleo siguió a pesar del bajo volumen musical que la anima. Esta semana una vez más los datos del desempeño de la economía de Estados Unidos sorprendieron al alza. Para usar la palabra usada por el New York Times, el resultado fue empujado por un “prodigioso” consumo de los hogares.
Detrás de la buena nueva de la parranda del Norte se esconde un riesgo para países como Colombia. Los mercados financieros han ido incorporando a sus perspectivas un futuro mucho más prolongado con la música apagada en Estados Unidos y eso se ha ido reflejando en mayores costos de endeudamiento. Por ejemplo, la tasa de interés que paga el gobierno de Estados Unidos por su deuda a 10 años que rondaba el 2 % antes de la pandemia, ahora está cerca del 5 %. Ese referente es clave para gobiernos como el colombiano con realidades fiscales complejas y altos niveles de endeudamiento. La visión que había hecho carrera según la cual hacia adelante sus déficits se podrían volver a financiar de manera barata, va quedando en el vagón de las esperanzas.
Tras la pandemia hay muchos países del mundo subidos en la mesa de la alta deuda pública y los consecuentes elevados gastos para pagarla. El incremento en las tasas de largo plazo de Estados Unidos es un gorgojo global que de manera silenciosa ha ido carcomiendo una de las patas de la mesa sobre la bailamos los países con altas deudas. Podemos cruzar los dedos y esperar que la plaga no logre minar la pata. Quizás funcione, quizás la inflación del Norte nos da buenas noticias pronto, quizás sin apagar del todo la música el prodigioso consumo de marras se atenúe, quizás haya cesado la
seguidilla de noticias que mes tras mes supera los pronósticos más optimistas y que va empujando los costos de endeudamiento al alza. Quizás.
Pero la esperanza no es un plan. No somos los más vulnerables de los miembros trepados en la mesa, pero tampoco los menos. Y si se rompe la pata y empiezan a caer los que estaban en el borde, nos pueden llevar por delante. Las crisis se contagian con facilidad. Sería mejor idea bajarse de la mesa, planear las cuentas fiscales del 2024 sin optimismo en los ingresos, incorporando escenarios ácidos en el gasto y dejando la cifra de préstamos en los mínimos posibles. Infortunadamente, el presupuesto presentado por el gobierno no está en esa tónica: al contrario, es uno que nos pone a saltar sobre la mesa de marras en un baile esquizofrénico que no considera la firmeza de la mesa sobre la que zapateamos, ni la posibilidad de que una de sus patas se la esté comiendo el gorgojo.
@mahofste
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