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Aplaudo, señor presidente, que insista en hacer una reforma agraria. Lo prometió en campaña, hace parte del acuerdo de paz y es un pilar de su programa de gobierno. Por eso entiendo que, a pesar de que solo han pasado un par de meses de su mandato, ya se sienta frustrado con las dificultades de ese proceso, como quedó claro en días pasados cuando, micrófono en mano, afirmó: “Proponemos la reforma agraria y alguien dice no, no se pueden comprar las tierras. Y entonces entre la discusión pasan dos meses, cuatro meses, ocho meses, un año y se nos fue el tiempo”.
Abordo aquí solo el primer reto del proceso, presidente: la cuenta de ese loable objetivo bordea los $60 billones. Para ponerla en perspectiva, equivale a uno de cada $4 que recaudará su gobierno durante todo 2023, incluyendo los recursos frescos de la reforma tributaria. Repito: uno de cada $4 de todos los impuestos que pagamos en un año completo.
Como usted bien lo sabe, todo ese recaudo del año entrante ya está comprometido en otros destinos: hay que pagar la educación, la salud, la seguridad, la justicia, la infraestructura, las deudas, etc. No es que usted haya llegado al gobierno y su ministro de Hacienda le haya dicho que le sobran $60 billones, que en qué se los quiere gastar. Sospecho que por esa razón —y aquí ya especulo— había usted señalado que esas tierras se pagarían con títulos de deuda pública (TES) que se les darían directamente a los actuales terratenientes. Le pareció, creo, que de esa manera no había que lidiar con ese molesto inconveniente de conseguir recursos frescos para la cuenta. Pero el ministro de Hacienda declaró esta semana que una operación de ese tipo no está autorizada.
Sospecho —sigo especulando— que habrá ahora voces que le dirán que si esa operación no se puede hacer con TES, entonces quizá se pueda con otro tipo de promesa de pago por parte del Gobierno. Les pongo un nombre: Títulos de Paz (TEZ). Otros le dirán que sea práctico, que modifique la regla fiscal y permita al Gobierno un mayor déficit. Si yo fuera su ministro de Hacienda, le diría que esas operaciones son otra mala idea. ¿Por qué? Si le pareció gorda y retadora la cuenta de la reforma agraria, también le dolerá saber que hay una cuenta del mismo porte en el presupuesto del 2023 para pagar intereses de la deuda del Gobierno: sí, uno de cada $4 recaudados se va a ese destino y un mayor déficit o los TEZ la engordarían más: el palo fiscal no está para cucharas.
Pero eso, señor presidente, no significa que no se pueden comprar las tierras que promete. Significa que hay que asumir los costos y las encrucijadas de pagar esa cuenta: si quiere echar para adelante un proyecto de esa envergadura habrá que gastar $60 billones menos en otras cosas. Le lanzo una idea. Como van las cosas, al final de su cuatrienio, su Gobierno se habrá gastado esa cifra subsidiando combustibles fósiles, que usted llama “venenos”. ¿Pasará a la historia como otro presidente que quiso hacer una reforma agraria, pero fracasó porque prefirió subsidiar un veneno?
@mahofste