Hace un par de meses, el presidente Petro expresaba su frustración por el pago de tres enormes cuentas que debía hacer el Estado, que consumen el 60 % del gasto del Gobierno, sin ayudar a la población pobre. Esas tres facturas son la pensional, el subsidio a los combustibles y la deuda pública.
A punto de cerrar su primer año de gobierno, con la publicación del marco fiscal de mediano plazo, en donde quedan plasmadas las cuentas futuras del Gobierno (ahora sí con su propio plan de desarrollo) y con las reformas presentadas en el Congreso, podemos hacer una evaluación sobre si, más allá de la retórica, hay un cambio en las prioridades de gasto en esas tres antipáticas cuentas.
Comienzo con los combustibles. Al posesionarse, el Gobierno encontró una brecha enorme entre el precio que pagamos los consumidores por el diésel y la gasolina relativa a los precios internacionales. Esa brecha es un subsidio que se paga con nuestros impuestos. Sus montos son aterradores: con los recursos que en los últimos tres años hemos destinado a ese subsidio habríamos podido construir dos líneas de metro subterráneas como la segunda que planea Bogotá. En el frente de combustibles el Gobierno ha sido valiente al ajustar el precio de la gasolina mes tras mes a una velocidad que le permitirá cerrar la brecha a finales de este año. Le queda por recorrer el mismo camino con el diésel, que explica cerca de la mitad de déficit y donde todavía no ha hecho ningún aumento. Sin haber iniciado ese camino, luce difícil la promesa del marco fiscal que apunta a que a finales del año entrante no habrá subsidios a los combustibles.
En el frente de los pagos de la deuda las noticias no son buenas. Colombia no ha recuperado la confianza de los mercados financieros que la distinguió hasta hace un par de años. Las proyecciones del Gobierno anticipan que en 2024 seguiremos destinando uno de cada cuatro pesos que pagamos en impuestos a honrar los intereses de la deuda pública. Aquí hay una oportunidad perdida. El Gobierno acaba de aumentar las proyecciones de su déficit para este año. Habría podido ajustar el monto de la adición presupuestal que presentó al Congreso para honrar la meta previa y así enviar una señal de disciplina fiscal que nos ayude a recuperar la confianza perdida y bajar esa antipática cuenta.
Y en el frente pensional la frustración del presidente con el régimen actual está explicada por el hecho de que el Estado termina subsidiando las pensiones y que estas solo llegan a la cuarta parte más privilegiada de la población. Con la reforma, como está planteada, seguiremos destinando la mayor parte de los subsidios a ese cuartil de la población.
Presidente: bien por la tarea en marcha con los combustibles; aún está a tiempo de ajustar la reforma pensional y la adición presupuestal para que las políticas y la retórica queden alineadas.
@mahofste
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Hace un par de meses, el presidente Petro expresaba su frustración por el pago de tres enormes cuentas que debía hacer el Estado, que consumen el 60 % del gasto del Gobierno, sin ayudar a la población pobre. Esas tres facturas son la pensional, el subsidio a los combustibles y la deuda pública.
A punto de cerrar su primer año de gobierno, con la publicación del marco fiscal de mediano plazo, en donde quedan plasmadas las cuentas futuras del Gobierno (ahora sí con su propio plan de desarrollo) y con las reformas presentadas en el Congreso, podemos hacer una evaluación sobre si, más allá de la retórica, hay un cambio en las prioridades de gasto en esas tres antipáticas cuentas.
Comienzo con los combustibles. Al posesionarse, el Gobierno encontró una brecha enorme entre el precio que pagamos los consumidores por el diésel y la gasolina relativa a los precios internacionales. Esa brecha es un subsidio que se paga con nuestros impuestos. Sus montos son aterradores: con los recursos que en los últimos tres años hemos destinado a ese subsidio habríamos podido construir dos líneas de metro subterráneas como la segunda que planea Bogotá. En el frente de combustibles el Gobierno ha sido valiente al ajustar el precio de la gasolina mes tras mes a una velocidad que le permitirá cerrar la brecha a finales de este año. Le queda por recorrer el mismo camino con el diésel, que explica cerca de la mitad de déficit y donde todavía no ha hecho ningún aumento. Sin haber iniciado ese camino, luce difícil la promesa del marco fiscal que apunta a que a finales del año entrante no habrá subsidios a los combustibles.
En el frente de los pagos de la deuda las noticias no son buenas. Colombia no ha recuperado la confianza de los mercados financieros que la distinguió hasta hace un par de años. Las proyecciones del Gobierno anticipan que en 2024 seguiremos destinando uno de cada cuatro pesos que pagamos en impuestos a honrar los intereses de la deuda pública. Aquí hay una oportunidad perdida. El Gobierno acaba de aumentar las proyecciones de su déficit para este año. Habría podido ajustar el monto de la adición presupuestal que presentó al Congreso para honrar la meta previa y así enviar una señal de disciplina fiscal que nos ayude a recuperar la confianza perdida y bajar esa antipática cuenta.
Y en el frente pensional la frustración del presidente con el régimen actual está explicada por el hecho de que el Estado termina subsidiando las pensiones y que estas solo llegan a la cuarta parte más privilegiada de la población. Con la reforma, como está planteada, seguiremos destinando la mayor parte de los subsidios a ese cuartil de la población.
Presidente: bien por la tarea en marcha con los combustibles; aún está a tiempo de ajustar la reforma pensional y la adición presupuestal para que las políticas y la retórica queden alineadas.
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