Los primeros años de la década de los 80 del siglo pasado fueron de dificultades económicas en buena parte del mundo occidental. Los incrementos en las tasas de inflación de finales de los 70 llevaron a muchos bancos centrales a apretar las condiciones monetarias. Las tasas de interés se treparon y de su mano llegaron recesiones, incrementos en el desempleo y, en América Latina, la crisis de la deuda y la década perdida. En algunos países industrializados las secuelas de esa crisis en el mercado laboral se evaporaron rápidamente. Pero en otros, especialmente en Europa continental, el incremento en el desempleo no cedió: subió un escalón con la recesión, pero no lo bajó cuando esta terminó.
Ida la recesión, ¿por qué no cayó el desempleo? Una teoría desarrollada por Olivier Blanchard y Larry Summers a mediados de esa década ofreció una explicación. El mercado laboral, tras una recesión, tiene dos grupos de trabajadores diferentes. Por un lado están “los de adentro”, aquellos que no perdieron sus plazas y siguen gozando de sus ingresos salariales. De otro lado están “los de afuera”, los que perdieron sus trabajos.
Si en las negociaciones salariales posteriores la voz de los de adentro vela por (y consigue) incrementos salariales que copen el espacio para nuevos contratos laborales, se quedarán con el pedazo de la tajada que antes compartían con otros trabajadores. Los de afuera, cuando la recesión termine, no encontrarán trabajo: se habrán perpetuado los efectos de los malos tiempos en el empleo.
Investigaciones posteriores arrojaron más luz sobre los mecanismos que pueden perpetuar los efectos de los malos tiempos en el mercado laboral. En particular, aprendimos que la política monetaria cumplió un rol relevante en ese episodio: aquellos países cuyos bancos centrales combatieron con mayor celeridad y fuerza la recesión fueron más proclives a bajar el escalón de desempleo escalado en esta, y viceversa: aquellos que mantuvieron las tuercas monetarias apretadas por más tiempo o con más fuerza fueron los que no volvieron a bajar ese escalón.
Esos aprendizajes son de particular importancia para Colombia en la coyuntura actual. Enfrentados al peor desempeño económico en un siglo y con cifras de desempleo catastróficas, los de adentro -los que tenemos el privilegio de tener un empleo formal- debemos resistir la tentación de apropiarnos en las negociaciones salariales que vienen del pedazo de la torta que hace unos meses compartíamos con muchos otros. Eso incluye, cómo no, a los sindicatos que conforman esa élite con trabajos formales.
Para el Banco de la República también hay aprendizajes relevantes. Resulta increíble que, en semejante coyuntura, en lugar de estar hablando de menores tasas de interés estemos anunciando que en unos pocos meses habrá incrementos en las mismas.
Si no afrontamos este complejo tramo de manera apropiada, vamos a cronificar los malos tiempos. Pero no para todos: serán malos tiempos crónicos para los de afuera. Los demás, ¡los de adentro!, nos habremos quedado con un pedazo mayor de la tajada nacional.
@mahofste
Los primeros años de la década de los 80 del siglo pasado fueron de dificultades económicas en buena parte del mundo occidental. Los incrementos en las tasas de inflación de finales de los 70 llevaron a muchos bancos centrales a apretar las condiciones monetarias. Las tasas de interés se treparon y de su mano llegaron recesiones, incrementos en el desempleo y, en América Latina, la crisis de la deuda y la década perdida. En algunos países industrializados las secuelas de esa crisis en el mercado laboral se evaporaron rápidamente. Pero en otros, especialmente en Europa continental, el incremento en el desempleo no cedió: subió un escalón con la recesión, pero no lo bajó cuando esta terminó.
Ida la recesión, ¿por qué no cayó el desempleo? Una teoría desarrollada por Olivier Blanchard y Larry Summers a mediados de esa década ofreció una explicación. El mercado laboral, tras una recesión, tiene dos grupos de trabajadores diferentes. Por un lado están “los de adentro”, aquellos que no perdieron sus plazas y siguen gozando de sus ingresos salariales. De otro lado están “los de afuera”, los que perdieron sus trabajos.
Si en las negociaciones salariales posteriores la voz de los de adentro vela por (y consigue) incrementos salariales que copen el espacio para nuevos contratos laborales, se quedarán con el pedazo de la tajada que antes compartían con otros trabajadores. Los de afuera, cuando la recesión termine, no encontrarán trabajo: se habrán perpetuado los efectos de los malos tiempos en el empleo.
Investigaciones posteriores arrojaron más luz sobre los mecanismos que pueden perpetuar los efectos de los malos tiempos en el mercado laboral. En particular, aprendimos que la política monetaria cumplió un rol relevante en ese episodio: aquellos países cuyos bancos centrales combatieron con mayor celeridad y fuerza la recesión fueron más proclives a bajar el escalón de desempleo escalado en esta, y viceversa: aquellos que mantuvieron las tuercas monetarias apretadas por más tiempo o con más fuerza fueron los que no volvieron a bajar ese escalón.
Esos aprendizajes son de particular importancia para Colombia en la coyuntura actual. Enfrentados al peor desempeño económico en un siglo y con cifras de desempleo catastróficas, los de adentro -los que tenemos el privilegio de tener un empleo formal- debemos resistir la tentación de apropiarnos en las negociaciones salariales que vienen del pedazo de la torta que hace unos meses compartíamos con muchos otros. Eso incluye, cómo no, a los sindicatos que conforman esa élite con trabajos formales.
Para el Banco de la República también hay aprendizajes relevantes. Resulta increíble que, en semejante coyuntura, en lugar de estar hablando de menores tasas de interés estemos anunciando que en unos pocos meses habrá incrementos en las mismas.
Si no afrontamos este complejo tramo de manera apropiada, vamos a cronificar los malos tiempos. Pero no para todos: serán malos tiempos crónicos para los de afuera. Los demás, ¡los de adentro!, nos habremos quedado con un pedazo mayor de la tajada nacional.
@mahofste