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La reforma tributaria no plantea una reducción, esencial para balancear apropiadamente el recaudo en Colombia, en la tasa a las utilidades empresariales. Esta es de 35 % y está ocho puntos porcentuales por encima del promedio regional y más de 10 puntos arriba del promedio de la OCDE.
Es imperativo si queremos un sector productivo próspero, con baja informalidad, sin miedo a crecer y a aparecer en el radar de la DIAN y que pueda competir con el resto del mundo, bajar significativamente esa tasa. Más aún si por el otro lado queremos apretar las tuercas vía los impuestos que pagan los dueños de las empresas al cobrar los dividendos, como lo plantea la misma reforma.
Que esa tasa es excesiva lo sabemos de tiempo atrás. Tan es así, que la hemos ido perforando por razones estratégicas y políticas.
Estratégicas en la medida en que diferentes gobiernos han estimado apropiado darles tratamientos especiales (léase como “no aplica el 35 %”) a algunas empresas o sectores que han considerado promisorios, estratégicos o centrales al proceso de desarrollo. Una vez otorgada esa gabela, se pierde del radar y nunca tenemos información sobre los costos fiscales de la misma ni los réditos de la apuesta.
Y políticas, porque también se hacen a tratamientos especiales grupos que no necesariamente son una apuesta de desarrollo económico, pero que tienen acceso privilegiado a los gobiernos o legisladores y se apuntan a la lista de excepciones.
A ese estatuto, una vez perforado de esta manera, se le abren otros boquetes. Por ejemplo, un grupo empresarial con varias ramas de actividad, una de las cuales clasifica en la lista de privilegios tributarios, puede pintar buena parte de sus ingresos del color privilegiado y pagar tasas reducidas. Para la DIAN resulta imposible distinguir dentro de grupos empresariales qué parte realmente era sujeta de los descuentos. Así terminamos con tasas altas para los de a pie, con alta informalidad para no ser sujeto de semejante mordisco y con una gran inversión en estrategias políticas y tributarias que permitan a una empresa tener el color premiado con menores tasas.
Este Gobierno tiene una ventana de oportunidad para solucionar semejante embeleco. Haría bien en bajar drásticamente la tasa general de renta empresarial acompañada de un cierre de todas, absolutamente todas, las excepciones a esa tasa.
Luego, por encima de la mesa, a aquellos sectores que consideremos apuestas estratégicas de desarrollo (¡más los que inevitablemente se cuelen!) se les devuelve una parte del pago de impuestos vía el presupuesto nacional con algunas reglas establecidas relativas a la proporción o montos máximos a devolver.
Aquí hay una pérdida de eficiencia para las empresas o sectores por los que vamos a apostar (en lugar de pagar menos impuestos les toca esperar una devolución con la incertidumbre asociada a ese proceso), pero a cambio tenemos una enorme ganancia como sociedad: debatiremos, cifras en mano, si nos parece bien que se vayan tantos billones a tal o cual sector y podremos discutir los réditos de esa apuesta, los usos alternativos de esos recursos. Con el esquema actual, nunca vemos cuánto se filtra por esas rendijas y boquetes para los que no aplica el 35 %.
@mahofstea