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Políticas antiinflacionarias

Marc Hofstetter
22 de mayo de 2022 - 05:00 a. m.
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Estamos a unas pocas décimas de llegar a una inflación de dos dígitos. En la columna anterior, repasé una lista de las que considero malas ideas que han ido surgiendo como posibles remedios antiinflacionarios. (Una de ellas empezó a moverse: los sindicatos pidieron una revisión del salario mínimo de este año). Algunos lectores, con razón, me preguntaron por la lista positiva, la de las medicinas que sí considero apropiadas. Aquí van, entonces, algunas de estas ideas.

El combate contra la inflación tiene como primer soldado al Banco Central. Este ha venido subiendo la tasa de interés y lo ha hecho con cautela, a un ritmo menor que el de la propia inflación y más lento que el de sus principales pares latinoamericanos, también afectados por similares incrementos en los precios. El Banco debería continuar esa senda de aumentos en la tasa de interés y, en mi opinión, seguir haciéndolo de la forma cuata con la que hasta ahora se ha aproximado a ese proceso. Solo si hacia final de año no aparecen señales de que la inflación ha alcanzado un pico, debería el Banco apretar con fuerza el freno.

En el camino es muy importante cuidar las expectativas inflacionarias. Los Bancos Centrales hacen un buen trabajo en influir las expectativas de los mercados financieros, pero el público más general no suele estar atento a la política monetaria. Un reto del Banco en estos meses es llegar a ese público que no acostumbra a poner cuidado a sus anuncios e intentar transmitir un mensaje de tranquilidad sobre la senda futura de la inflación. Lograr apaciguar esas expectativas ayudaría en la medida en que muchos incrementos salariales y de precios se piensan incorporando en sus cálculos su poder de compra futuro.

Del lado del gobierno propongo dos frentes de acción, uno de ayuda en la lucha contra la inflación y otro encaminado a mitigar sus efectos sociales. En primero tiene que ver con el déficit fiscal. Con una actividad económica que empieza a acercarse al nivel que habría logrado en ausencia del golpe pandémico, ya no tiene sentido tener prendido a todo vapor el gasto público generando un déficit fiscal que, si incluimos los subsidios a la gasolina, podría acercarse a 8% del PIB en 2022. Llegó la hora de tomarse en serio el ajuste fiscal.

La segunda tarea del gobierno es ayudarle a la población más pobre (que no es la que tiene trabajos formales y por tanto los ajustes del salario mínimo no le llegan) a protegerse contra la inflación. Infortunadamente, este pico inflacionario tiene además la característica de haber sido especialmente agresivo en el grupo de alimentos. Por tanto, la inflación que el Dane estima para la población pobre—con su correspondiente mayor ponderación de gastos en alimentos—ha sido en los últimos doce meses de más de 11%, casi cinco puntos porcentuales más alta que la de la canasta de consumo de la población de ingresos altos. En ese contexto, la tarea fundamental del gobierno es velar por mantener el poder de compra de las ayudas sociales a esos sectores de la población.

Twitter: @mahofste.

 

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