Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El presidente llevaba solo tres días de haber asumido el cargo. Era otro país, gobernado por una coalición amplia, poblada por representantes del centro del espectro político y permeada por varios ministros con vasta experticia técnica en sus campos. Había también, claro, muchos funcionarios de la entraña partidista del presidente. El gobierno había logrado armar una mayoría parlamentaria compuesta por bancadas con ideologías variadas, que auguraba espacios para un debate político alejado de la pugnacidad de los extremos y donde los argumentos de fondo aflorarían. Parecía que algunas de las reformas tantas veces aplazadas tendrían en ese país una nueva oportunidad y quedarían revestidas de la legitimidad de los consensos políticos.
En ese país que ahora luce tan lejano, pero del que solo nos separan 19 meses, trinó el presidente Petro, el 10 de agosto de 2022, lo siguiente: “Para todo ciudadano o ciudadana con título de doctor en Colombia o en el extranjero que quiera colaborar con la conducción del gobierno, abrimos este link para que se pueda inscribir”. A un equipo de gobierno con las características descritas se sumaba así la intención de rodearlo de un tipo particular de apoyo a la toma de decisiones y el diseño de estrategias, el que viene de la investigación científica.
Adelantamos la película 19 meses y el mismo protagonista en la misma red, defendiéndose de aquellos que levantan la voz preocupados por el nombramiento en cargos importantes del Estado de personas cercanas a su ideario, pero sin experticia afinada para esas responsabilidades, trinó: “Tecnocracia es supuestos técnicos en el poder. Democracia es el pueblo en el poder. En la primera el pueblo le sirve a los supuestos técnicos, en el segundo los técnicos sirven al pueblo”.
“Supuestos técnicos” repite dos veces el mensaje. No clasifican ni de “verdaderos técnicos”. Pasó el presidente, en 19 meses, de mandar un enlace para abrigar a ciudadanos con la más alta preparación que querían colaborar en la conducción del gobierno a hablar de “supuestos técnicos”. Claro que no hay que ser doctor ni técnico para ser un buen gobernante. Pero un buen gobernante abraza el conocimiento, la ciencia y oye a los que han pensado con cuidado en la naturaleza de los problemas y las dificultades de sus soluciones, en los caminos más expeditos para llegar a ciertos destinos, en los riesgos que esos caminos involucran, en los dilemas y los efectos colaterales que en muchas ocasiones deambulan de la mano con las soluciones.
Pero al presidente parece fastidiarle que le lleven la contraria, que le adviertan de las dificultades y ni hablar de las contradicciones de algunos de sus objetivos. Ya lo dijo hace un tiempo, cuando advirtió que ministro que desobedezca se va. Y así ha sido: los que han osado contradecirlo con argumentos que el presidente pensara que son “supuestamente técnicos” han sido despedidos, uno tras otro. Lo dice bien uno de los últimos bastiones del ala técnica que quedaba en el alto gobierno, el recientemente despedido director del DNP, Jorge Iván González: “La absolutización de la bondad del discurso llevó a desconocer la complejidad de su realización práctica”.
@mahofste