La Constitución de 1991 estableció que la política monetaria quedaría en manos de un banco central autónomo. Esa autonomía era fundamental para romper el financiamiento del Gobierno vía emisión monetaria que había mantenido a la inflación motorizada y avanzando a cifras de dos dígitos. Buscando la independencia del Ejecutivo sin perder la necesaria coordinación de las políticas públicas ni dejar al Emisor inmune a las preferencias sociales, la Constitución estableció que habría una junta directiva del banco que sería encabezada por el ministro de Hacienda y de la cual harían parte el gerente del Emisor nombrado por esa misma junta y cinco codirectores independientes, de los cuales dos serían nombrados por cada gobierno a mitad de su mandato.
Ese diseño estaba afinado para que al final de un período presidencial el Gobierno no tuviera mayorías: habría elegido a dos codirectores y tendría al ministro de Hacienda en la junta: tres de los siete miembros. Pero en la práctica, por al menos tres razones, ese recato no se ha cumplido. Primero, a mitad del período también se elige (o reelige) el gerente del banco y en esa elección la opinión del Gobierno es obviamente muy importante. Segundo, puede haber renuncias de codirectores que hagan que el Gobierno termine escogiendo más de dos codirectores en un cuatrienio. Tercero, mientras hubo reelección, el presidente terminó escogiendo casi la totalidad de los integrantes de la junta.
A pesar de que el refinamiento constitucional se estrelló con estas realidades una y otra vez desde comienzos de 1991, el Emisor colombiano ha mantenido un buen balance entre coordinación, discrepancias e independencia. Ha resistido los embates presidenciales, incluyendo los del presidente Uribe, que en medio de su altísima popularidad en el primer mandato intentó fijar la tasa de cambio y le pidió al Emisor contribuir con sus reservas internacionales al financiamiento del Estado. También aguantó el banco al final del segundo mandato de Santos, con prácticamente toda la junta elegida por ese gobierno, las turbulencias que causó la participación del gerente del banco, recién nombrado, en un acto de gobierno. El diseño institucional del Emisor, si bien no siempre se ha ceñido al recato con que fue planeado, descansa sobre pilares y tradiciones que le permiten transitar por estos retos sin que la economía lo resienta.
Por eso me sorprende la posición de algunos colegas que han interpretado de manera catastrofista tanto los rumores que sugieren que el ministro de Hacienda está interesado en postularse a la gerencia del Emisor, como el hecho de que ha habido dos renuncias entre los codirectores. Rodrigo Botero afirmó que la independencia del banco exige que el gobierno respalde públicamente la reelección del actual gerente en detrimento del minhacienda. Salomón Kalmanovitz sugiere que ese nombramiento (el del ministro en la gerencia) y las mayorías que conseguiría el Gobierno podrían llevar a que el Emisor prendiera la llave de la inflación para financiar las descuadernadas cuentas fiscales.
El banco tiene por delante muchos retos, pero un viaje al pasado no parece uno de ellos.
@mahofste
La Constitución de 1991 estableció que la política monetaria quedaría en manos de un banco central autónomo. Esa autonomía era fundamental para romper el financiamiento del Gobierno vía emisión monetaria que había mantenido a la inflación motorizada y avanzando a cifras de dos dígitos. Buscando la independencia del Ejecutivo sin perder la necesaria coordinación de las políticas públicas ni dejar al Emisor inmune a las preferencias sociales, la Constitución estableció que habría una junta directiva del banco que sería encabezada por el ministro de Hacienda y de la cual harían parte el gerente del Emisor nombrado por esa misma junta y cinco codirectores independientes, de los cuales dos serían nombrados por cada gobierno a mitad de su mandato.
Ese diseño estaba afinado para que al final de un período presidencial el Gobierno no tuviera mayorías: habría elegido a dos codirectores y tendría al ministro de Hacienda en la junta: tres de los siete miembros. Pero en la práctica, por al menos tres razones, ese recato no se ha cumplido. Primero, a mitad del período también se elige (o reelige) el gerente del banco y en esa elección la opinión del Gobierno es obviamente muy importante. Segundo, puede haber renuncias de codirectores que hagan que el Gobierno termine escogiendo más de dos codirectores en un cuatrienio. Tercero, mientras hubo reelección, el presidente terminó escogiendo casi la totalidad de los integrantes de la junta.
A pesar de que el refinamiento constitucional se estrelló con estas realidades una y otra vez desde comienzos de 1991, el Emisor colombiano ha mantenido un buen balance entre coordinación, discrepancias e independencia. Ha resistido los embates presidenciales, incluyendo los del presidente Uribe, que en medio de su altísima popularidad en el primer mandato intentó fijar la tasa de cambio y le pidió al Emisor contribuir con sus reservas internacionales al financiamiento del Estado. También aguantó el banco al final del segundo mandato de Santos, con prácticamente toda la junta elegida por ese gobierno, las turbulencias que causó la participación del gerente del banco, recién nombrado, en un acto de gobierno. El diseño institucional del Emisor, si bien no siempre se ha ceñido al recato con que fue planeado, descansa sobre pilares y tradiciones que le permiten transitar por estos retos sin que la economía lo resienta.
Por eso me sorprende la posición de algunos colegas que han interpretado de manera catastrofista tanto los rumores que sugieren que el ministro de Hacienda está interesado en postularse a la gerencia del Emisor, como el hecho de que ha habido dos renuncias entre los codirectores. Rodrigo Botero afirmó que la independencia del banco exige que el gobierno respalde públicamente la reelección del actual gerente en detrimento del minhacienda. Salomón Kalmanovitz sugiere que ese nombramiento (el del ministro en la gerencia) y las mayorías que conseguiría el Gobierno podrían llevar a que el Emisor prendiera la llave de la inflación para financiar las descuadernadas cuentas fiscales.
El banco tiene por delante muchos retos, pero un viaje al pasado no parece uno de ellos.
@mahofste