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Breve historia de la mafia

Marcela Lleras
01 de septiembre de 2009 - 01:41 a. m.

EL PROBLEMA MÁS GRANDE DE COlombia es el desbordamiento de la corrupción. Y no lo digo yo, lo dicen estudiosos e investigadores.

La corrupción impide el progreso, la corrupción genera más indigencia, la corrupción corrompe verticalmente. Además, se volvió el modus vivendi de muchos colombianos que pusieron la ética en los pies y no en la cabeza.

Para no remontarnos mucho en la historia, voy a mencionar la violencia partidista de los años 40 y 50 que se frenó en buena parte con el Frente Nacional. Pero éste acabó convirtiéndose en una especie de PRI mexicano y comenzaron a repartirse el país entre el Partido Liberal y el Conservador. “Clientelismo” le dicen, pero realmente es corrupción. Después vino el auge de la marihuana y muchas familias tradicionales de la Costa se untaron por la facilidad de la plata rápida, es decir, corrupción. Después aparecieron los carteles de la droga, principalmente cocaína, una mafia que en los años 80 se metió al Congreso. Pablo Escobar fue parlamentario. Las élites de las regiones estaban felices, hacían negocios con la mafia para recibir el pago en billetes e iban a sus fiestas.

Luego hubo una arremetida de las guerrillas, entonces los latifundistas de algunas regiones del país contrataron a unos “vigilantes”, con completa aquiescencia de los gobernadores. Al cabo del tiempo estos paramilitares, que reforzaron al Ejército colombiano en la lucha contra la guerrilla, se volvieron latifundistas también, y además narcotraficantes, criminales sangrientos y pusieron gente en los estamentos del Estado —buena parte del Congreso de hoy— y apoyaron al presidente Uribe en su primera elección, después en su reelección y en la actual del referendo también. El Ejecutivo y el Legislativo en vez de combatirlos se aliaron subrepticiamente con ellos, con todas las prácticas mafiosas: amenazas, espionaje a los opositores, inclusive a los magistrados de la rama judicial; y con platas desviadas del erario para comprar almas y votos. Pero a Uribe en un momento se le puso difícil la vida con los paracos y se inventó la Ley de Justicia y Paz para que se desmovilizaran. Cosa que es ficticia, porque hoy están diseminados por todo el territorio llamándose de maneras diferentes, y sus capos, auxiliadores de toda esta vergonzosa corrupción, fueron a parar extraditados a los EE.UU., para que no contaran mucho sobre quiénes se habían beneficiado de sus servicios.

Hoy en día llega el Ejército a los lugares donde no hay presencia del Estado, se toma el lugar y después llega la mafia que maneja la política y la administración de las regiones. Hay investigadores serios con cifras que lo pueden constatar.

¿Por qué tenemos que dejarle nuestro país a la mafia si hay candidatos a las corporaciones públicas y a la Presidencia que nos pueden ofrecer una alternativa limpia? Y que sea por las buenas, sin violencia, en las urnas. No más mafia en el seno del Gobierno vista con condescendencia por el mismo.

 

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