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La doctrina del “shock” y la pandemia

Marcelo Caruso A.
30 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

En escenarios de grandes desastres o pandemias, los tanques de pensamiento al servicio del poder dominante aprendieron de Milton Friedman la aplicación de “la doctrina del shock”*. La tragedia se presenta como una oportunidad para profundizar las políticas neoliberales, sean privatizaciones que eliminen la función pública del Estado (Colpensiones) o regresiones en la distribución de los ingresos (reforma fiscal y devaluaciones) que permitan ajustar la crisis de declinación del modelo. Con toda la gente encerrada en su casa y en sus miedos, el escenario es perfecto para frenar temporalmente la indignación social que nació con el octubre chileno. Finalizada la pandemia estaremos felices por haber sobrevivido, los que lo lograron, pero nos encontraremos que, por “culpa del virus”, nos aplicaron reformas regresivas y ajustes del modelo, sin que se pudiera reaccionar.

Frente a estos estallidos previsibles de diversas burbujas especulativas, la alternativa a las reformas ya anunciadas es prepararnos para lo que venga tras el shock y no permitir que se aprueben o implementen las que ya tendrán en marcha. Como acumulado de esos días de encierro reflexivo, podremos comprobar que los muertos no han sido solo las personas más pobres, sino también las más vulnerables, por lo general con enfermedades previas generadas por la incapacidad y desinterés del privatizado sistema de salud. Habremos adquirido más consciencia de lo perverso del modelo, lo cual no nos debe impedir un sentido reconocimiento al heroísmo de esos exprimidos trabajadores de la salud, quienes realmente arriesgaron su vida para salvarnos.

Tendremos mayor comprensión de lo innecesario de las capuchas, pues se reemplazarán, por un buen tiempo, por tapabocas; de la necesidad de mayor solidaridad y unidad (aun sin poder abrazarnos ni darnos la mano) frente a las desgracias que nos amenazan, y, sobre todo, de la relación de la crisis climática que afecta nuestros pulmones con la pandemia viral que los mata y las políticas neoliberales que mercantilizaron la salud y afectaron a las víctimas del conflicto armado y del modelo.

El trauma pandémico puede tener múltiples orígenes, pero sus consecuencias están relacionadas con las fracasadas políticas públicas de prevención, promoción y atención en salud, ya que son las que están determinando las afectaciones más graves en la calidad de vida de las personas.

Vaya entonces la pregunta para aquellos gobernantes territoriales de carácter progresista: ¿será posible lograr tomar medidas tras el shock que, dentro de sus competencias y con la máxima participación directa de la ciudadanía y sus organizaciones, ayuden a frenar y revertir el nuevo despojo de derechos humanos y de la naturaleza que se está anunciando? ¿Serán capaces las cortes, los congresistas, asambleístas, concejales y ediles de sumarse a esas reformas que frenen y reviertan las desesperadas y desiguales medidas de salida de la crisis sistémica que están anunciando? El pueblo colombiano y su juventud ya han hablado y no dejarán de hacerlo. Escuchar, comprender, cambiar el rumbo y preparar alternativas transformadoras es la principal reflexión a realizar en nuestras cuarentenas. Buen viento y buena mar para pasar el charco.

* Ver el libro de Naomi Klein del mismo nombre.

 

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