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Groenlandia, una isla de dos millones de kilómetros cuadrados, 80% cubierta de hielo de hasta tres kilómetros de profundidad puede considerarse el techo del mundo con base en el globo terráqueo diseñado hace siglos por europeos, techo que por el cambio climático está literalmente haciendo agua.
Según reporta la revista Foreign Policy, la rata de deshielo es actualmente seis veces más alta que hace 40 años. Partes de la isla son hoy usadas para actividades agrícolas que hace unos años eran impensables. La desaparición de glaciares ha abierto nuevas rutas de navegación apetecidas por la triada, Rusia, China, Estados Unidos, cuya disputa geopolítica ha llegado también al polo norte y alrededores. El deshielo actual y futuro allanará el acceso a invaluables recursos naturales: petróleo, gas y minerales raros de amplio uso en equipos electrónicos, protegidos hasta ahora por el hielo.
Aunque nominalmente parte del Reino de Dinamarca, los menos de cien mil habitantes de Groenlandia, descendientes de diferentes tribus de esquimales, gozan de amplia autonomía, no están sujetos a las leyes de la Unión Europea medida adoptada en un referendo, pero como parte de Dinamarca gozan de sus beneficios incluyendo libre emigración y ayudas varias. El principal medio de subsistencia de los isleños consiste en subsidios y gabelas generosamente aportadas por Copenhague. Para los nativos el deshielo es una verdadera catástrofe ambiental.
La propuesta de Trump de comprar Groenlandia ni es la primera ni es “traída de los cabellos”. El presidente Harry Truman ofreció 100 millones de dólares a Dinamarca por la isla, usada por las fuerzas armadas americanas contra los nazis, pues la consideraba estratégica para la nueva guerra que se iniciaba contra los soviéticos. Anteriormente, en el siglo XIX Estados Unidos había explorado adquirir Groenlandia e Islandia a Dinamarca, operación que no prosperó.
Estados Unidos ha obtenido casi un tercio de su territorio a través de adquisiciones: Alaska a los rusos, Florida a los españoles, Luisiana a los franceses, algunos estados del suroeste a los mexicanos, después de conquistarlos militarmente, además de varios territorios insulares alrededor del planeta. Veinticinco millones de dólares nos dieron por Panamá después de habérnosla arrebatado.
China, consciente de las ventajas de “poner un pie” en el Ártico ha tratado por años de comprar tierras en Islandia y Groenlandia, lo que ha sido impedido por presión de Washington. Dinamarca ha sido históricamente un aliado incondicional de Estados Unidos independiente del gobierno de turno. La fuerza aérea estadounidense mantiene desde la segunda guerra una base estratégica en Groenlandia por lo que una vez más Trump lanza un “gancho a la mandíbula” a un Estado amigo, ignorando que en pleno siglo XXI no se usa que Estados vendan territorios a otros Estados y menos a través de “pataletas por Twitter”. Ahora es tarea de los diplomáticos recoger los pedazos de otro episodio más de “diplomacia trumpiana” y recomponer unas relaciones esenciales para ambos países.
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