Como reza la manida frase “La primera víctima de las guerras es la verdad”, en la era de las redes sociales como arma de guerra, la verdad debe buscarse con pinzas, sin garantías de que se pueda encontrar.
En paralelo a su objetivo principal de aniquilar al Estado de Israel, para lo cual está dispuesto a sacrificar hasta el último palestino, Hamas se ha convertido, toca admitirlo, en una eficaz agencia de noticias falsas sobre la guerra en Gaza, entre cuyos muchos consumidores se encuentran nuestro presidente y su cancillería. Acciones de política exterior y comunicados oficiales se han basado en información que, a la postre, resultó ser falsa, como el alegórico billete de tres pesos.
Un antecedente significativo de la desinformación palestina ocurrió durante la Segunda Intifada (2000-2005), cuando los terroristas suicidas de Hamas estaban activos en Israel. En abril de 2002, el Ejército de Defensa de Israel y organizaciones armadas palestinas sostuvieron una feroz batalla en el campo de refugiados de la ciudad de Jenín, en Cisjordania. Las autoridades palestinas se apresuraron a acusar a Israel de una “masacre” que habría dejado “más de 500 muertos”; algunos funcionarios hablaban de miles. Esta noticia, sin verificación, fue ampliamente difundida por las agencias de noticias. Al final, la cifra real comprobada por organismos internacionales fue de 54 palestinos y 23 soldados israelíes muertos.
Desde la masacre del 7 de octubre pasado, el flujo de información falsa y cifras fantasiosas emitidas por Hamas ha inundado las redes, ha sido replicado por los medios tradicionales y adoptado por organizaciones internacionales, todo sin verificación alguna. Esta desinformación ha sido amplificada por imágenes falsas o editadas convenientemente, en algunos casos ayudadas por inteligencia artificial y multiplicadas por influencers prepagos con agenda.
Una de las primeras noticias falsas en la ronda actual fue la de la “masacre de más de 500 palestinos en un bombardeo israelí al hospital bautista Al Ahli en octubre de 2023″. Finalmente, se comprobó que el hospital fue víctima de un cohete lanzado desde Gaza por la Yihad Islámica. Las reacciones a la noticia falsa fueron inmediatas, con rechazo y condena a Israel, especialmente por parte de presidentes activos en Twitter. Cuando se conoció la verdad, cundió silencio o algunas correcciones en “la página 8″. Situación similar ocurrió cuando Israel fue acusado de atacar un campo de desplazados en Rafah, que habría dejado unas 45 víctimas palestinas, lo que también resultó ser falso.
La narrativa del “genocidio”, sin que se puedan negar las víctimas civiles palestinas de un conflicto que Israel no quiso, la aceptación de las cifras de Hamás como verídicas y la consideración de sus comunicados como verdad revelada, forman parte del paisaje de este lamentable conflicto. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha demostrado ser un ávido consumidor de noticas falsas y tergiversador de la verdad.
En estos momentos en que se busca desesperadamente un cese al fuego y la liberación de los secuestrados, ya por más de 100 días, sin saber cuántos aún viven, Hamas y sus seguidores alrededor del planeta buscan borrar lo ocurrido el 7 de octubre, en un símil a la negación del Holocausto. Borrar la historia como herramienta de guerra, sin embargo, como todo lo que hace Hamás, no le sirve en absoluto a la causa palestina, de la cual es su peor enemigo.
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Un antecedente significativo de la desinformación palestina ocurrió durante la Segunda Intifada (2000-2005), cuando los terroristas suicidas de Hamas estaban activos en Israel. En abril de 2002, el Ejército de Defensa de Israel y organizaciones armadas palestinas sostuvieron una feroz batalla en el campo de refugiados de la ciudad de Jenín, en Cisjordania. Las autoridades palestinas se apresuraron a acusar a Israel de una “masacre” que habría dejado “más de 500 muertos”; algunos funcionarios hablaban de miles. Esta noticia, sin verificación, fue ampliamente difundida por las agencias de noticias. Al final, la cifra real comprobada por organismos internacionales fue de 54 palestinos y 23 soldados israelíes muertos.
Desde la masacre del 7 de octubre pasado, el flujo de información falsa y cifras fantasiosas emitidas por Hamas ha inundado las redes, ha sido replicado por los medios tradicionales y adoptado por organizaciones internacionales, todo sin verificación alguna. Esta desinformación ha sido amplificada por imágenes falsas o editadas convenientemente, en algunos casos ayudadas por inteligencia artificial y multiplicadas por influencers prepagos con agenda.
Una de las primeras noticias falsas en la ronda actual fue la de la “masacre de más de 500 palestinos en un bombardeo israelí al hospital bautista Al Ahli en octubre de 2023″. Finalmente, se comprobó que el hospital fue víctima de un cohete lanzado desde Gaza por la Yihad Islámica. Las reacciones a la noticia falsa fueron inmediatas, con rechazo y condena a Israel, especialmente por parte de presidentes activos en Twitter. Cuando se conoció la verdad, cundió silencio o algunas correcciones en “la página 8″. Situación similar ocurrió cuando Israel fue acusado de atacar un campo de desplazados en Rafah, que habría dejado unas 45 víctimas palestinas, lo que también resultó ser falso.
La narrativa del “genocidio”, sin que se puedan negar las víctimas civiles palestinas de un conflicto que Israel no quiso, la aceptación de las cifras de Hamás como verídicas y la consideración de sus comunicados como verdad revelada, forman parte del paisaje de este lamentable conflicto. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha demostrado ser un ávido consumidor de noticas falsas y tergiversador de la verdad.
En estos momentos en que se busca desesperadamente un cese al fuego y la liberación de los secuestrados, ya por más de 100 días, sin saber cuántos aún viven, Hamas y sus seguidores alrededor del planeta buscan borrar lo ocurrido el 7 de octubre, en un símil a la negación del Holocausto. Borrar la historia como herramienta de guerra, sin embargo, como todo lo que hace Hamás, no le sirve en absoluto a la causa palestina, de la cual es su peor enemigo.
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