No es habitual que un mandatario de un país acuse públicamente a otro de que su país es responsable del asesinato de un opositor, menos aun en tratándose del primer ministro de Canadá, país conocido por sus finas maneras diplomáticas. En su casi diaria intervención ante el parlamento, obligatoria para los primero ministros, Justin Trudeau acusó directamente a India de estar detrás del asesinato —en junio de este año, en la provincia canadiense de Columbia Británica—, de Hardeep Singh Nijjar, prominente activista separatista sij. India niega las acusaciones.
La religión sij, que surgió en el siglo XVI al norte del subcontinente indio, es monoteísta, cree en una deidad divina y es tolerante con las otras creencias religiosas. Su lugar sagrado es el Templo de Oro, en la ciudad de Amritsar.
Los sijs habitan principalmente en la región del Punjab en India, la cual durante los años 80 y 90 del siglo pasado fue escenario de una guerra por la independencia de Khalistán, el soñado país de los sijs. En 1984, Indira Gandhi, primera ministra de India, ordenó a las tropas del ejército indio ocupar el Templo de Oro cuando líderes separatistas fuertemente armados se refugiaban allí. Los enfrentamientos dejaron miles de muertos y, pocos meses después de la toma violenta del templo, Indira Gandhi fue asesinada por sus guardaespaldas sijs.
Mientras que en India el conflicto separatista ha amainado, las diásporas sijs en Canadá y Gran Bretaña son las abanderadas de la causa de Khalistán. India ha designado de terroristas a varios militantes sijs en esos países, incluido el finado Singh Nijjar.
Canadá e India, dos de los países más importantes de la mancomunidad británica, mantienen estrechos vínculos económicos y de inversión, alto intercambio turístico y académico, y un comercio bilateral que supera los US$10.000 millones anuales. Sin embargo, las relaciones han sufrido fuertes tensiones por la presencia en Canadá de grupos separatistas sijs que apoyan la independencia de Khalistán. En junio de 1985, un avión 747 de Air India fue volado en pedazos a 30.000 pies de altura por terroristas sijs cuando hacía la ruta Montreal-Mumbai, con un saldo de 329 vidas perdidas.
Ya en la reciente cumbre del G20 era evidente la tensión entre el primer ministro indio, Narendra Modi, y Trudeau por la misma razón: Modi acusando a Canadá de ser refugio de terroristas que atentan contra India y Trudeau defendiendo el derecho a la libre expresión, sea esta cual sea. El primer efecto de las tensiones es la suspensión, temporal quizá, de la negociación de un acuerdo de libre comercio entre los dos países y la expulsión mutua de diplomáticos, uno por cada lado, hasta ahora. Las tensiones por la militancia de los separatistas han conducido a actos violentos entre hindúes y sijs en territorio canadiense donde residen aproximadamente 1’700.000 hindúes, 700.000 de los cuales hacen parte de la minoría sij.
¿Hasta dónde llegará esta pelea entre amigos?
No es habitual que un mandatario de un país acuse públicamente a otro de que su país es responsable del asesinato de un opositor, menos aun en tratándose del primer ministro de Canadá, país conocido por sus finas maneras diplomáticas. En su casi diaria intervención ante el parlamento, obligatoria para los primero ministros, Justin Trudeau acusó directamente a India de estar detrás del asesinato —en junio de este año, en la provincia canadiense de Columbia Británica—, de Hardeep Singh Nijjar, prominente activista separatista sij. India niega las acusaciones.
La religión sij, que surgió en el siglo XVI al norte del subcontinente indio, es monoteísta, cree en una deidad divina y es tolerante con las otras creencias religiosas. Su lugar sagrado es el Templo de Oro, en la ciudad de Amritsar.
Los sijs habitan principalmente en la región del Punjab en India, la cual durante los años 80 y 90 del siglo pasado fue escenario de una guerra por la independencia de Khalistán, el soñado país de los sijs. En 1984, Indira Gandhi, primera ministra de India, ordenó a las tropas del ejército indio ocupar el Templo de Oro cuando líderes separatistas fuertemente armados se refugiaban allí. Los enfrentamientos dejaron miles de muertos y, pocos meses después de la toma violenta del templo, Indira Gandhi fue asesinada por sus guardaespaldas sijs.
Mientras que en India el conflicto separatista ha amainado, las diásporas sijs en Canadá y Gran Bretaña son las abanderadas de la causa de Khalistán. India ha designado de terroristas a varios militantes sijs en esos países, incluido el finado Singh Nijjar.
Canadá e India, dos de los países más importantes de la mancomunidad británica, mantienen estrechos vínculos económicos y de inversión, alto intercambio turístico y académico, y un comercio bilateral que supera los US$10.000 millones anuales. Sin embargo, las relaciones han sufrido fuertes tensiones por la presencia en Canadá de grupos separatistas sijs que apoyan la independencia de Khalistán. En junio de 1985, un avión 747 de Air India fue volado en pedazos a 30.000 pies de altura por terroristas sijs cuando hacía la ruta Montreal-Mumbai, con un saldo de 329 vidas perdidas.
Ya en la reciente cumbre del G20 era evidente la tensión entre el primer ministro indio, Narendra Modi, y Trudeau por la misma razón: Modi acusando a Canadá de ser refugio de terroristas que atentan contra India y Trudeau defendiendo el derecho a la libre expresión, sea esta cual sea. El primer efecto de las tensiones es la suspensión, temporal quizá, de la negociación de un acuerdo de libre comercio entre los dos países y la expulsión mutua de diplomáticos, uno por cada lado, hasta ahora. Las tensiones por la militancia de los separatistas han conducido a actos violentos entre hindúes y sijs en territorio canadiense donde residen aproximadamente 1’700.000 hindúes, 700.000 de los cuales hacen parte de la minoría sij.
¿Hasta dónde llegará esta pelea entre amigos?