Desde el pasado viernes 7 hasta este sábado 16, los judíos del mundo celebramos la festividad de Janucá, una con alto contenido litúrgico e histórico como varias de las fiestas hebreas.
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Conmemoramos la revuelta de los macabeos contra los seleúcidas, descendientes de Alejandro Magno, quien había conquistado todo el Medio Oriente hasta la India. Tras su muerte el imperio se fragmentó en diversos feudos. El monarca seléucida Antíoco Epífanes tuvo como objetivo imponer la cultura y creencias griegas en sus dominios. Un grupo de sacerdotes judíos se levantaron contra Epífanes en el 166 a. de C., lideraron una cruenta revuelta y tras cuatro años de combates salieron victoriosos, recuperaron Jerusalén, capital del Reino y consagraron el templo sagrado, profanado por Antíoco.
Al encender el candelabro sagrado de siete brazos –menora– el poco aceite que había mantuvo prendida la menora ocho días, lo que se conoce como el milagro de Janucá. La festividad combina el episodio histórico con sus héroes y villanos con el milagro concedido por Dios de la luz por ocho días emanada desde la menora. Los macabeos darían origen a una dinastía judía, los asmoneos, que reinarían 103 años, extenderían su dominio a vastos territorios más extensos que los de la época del Rey Salomón y reinarían hasta 67 a. de C. con su último monarca, una mujer, Salomé Alexandra.
Como ha sido tradicional en la narrativa judía, se incorporan episodios históricos a la memoria colectiva, rememorando lo ocurrido a través de la narración y símbolos asociados. En Janucá, se celebra durante ocho días, en cada uno se prenden velas, se dan regalos a los niños, se recitan bendiciones alusivas y se recuerda el episodio heroico de los macabeos.
Este año la fiesta comenzó dos meses calendario después de la salvaje masacre cometida por Hamás en el sur de Israel contra civiles, entre ellos mujeres, niños, bebes y ancianos, con un saldo de 1200 muertos, dos colombianos entre ellos, y 240 secuestrados, arrastrados a los túneles del Gaza, la mayoría mujeres y niños, ya un centenar liberados. La peor matanza de judíos desde el Holocausto.
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La guerra declarada por Israel a Hamás, haciendo uso del derecho a la legítima defensa consignado en el artículo 51 de la carta de Naciones Unidas, dura ya más de dos meses sin que se vislumbre su final. Esta ha servido para mostrarle al mundo la indolencia de Hamás con la población palestina de la franja, cuyos habitantes son usados como escudos humanos y cuyas construcciones civiles son guaridas que los terroristas usan para lanzar cohetes a Israel. Absolutamente lamentables las muertes de civiles palestinos, en una guerra que Israel no quiso y que si no hubiera sido por los execrables hechos del 7 de octubre no habría estallado. Desenmascarado igualmente el antisemitismo de grupos y organismos que supuestamente apoyan a Palestina.
Millones de judíos alrededor del planeta prenden durante ocho noches su candelabro de 9 brazos, – janukia–, colocándolo en ventanas o antejardines para iluminar al mundo con esa luz producto de un milagro de hace 2185 años. Esperar que otro milagro ocurra, que no haya más terrorismo, que no haya más Hamás, que no haya más muertes violentas, que algún día haya paz entre Israel y el pueblo palestino.
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Millones de judíos alrededor del planeta prenden durante ocho noches su candelabro de 9 brazos, – janukia–, colocándolo en ventanas o antejardines para iluminar al mundo con esa luz producto de un milagro de hace 2185 años. Esperar que otro milagro ocurra, que no haya más terrorismo, que no haya más Hamás, que no haya más muertes violentas, que algún día haya paz entre Israel y el pueblo palestino.
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