En el juego de Jenga cada jugador va quitando una pieza de una edificación de bloques evitando que la estructura colapse. En el Medio Oriente lo que acaba de ocurrir es que se extrajo un pieza de abajo y toda la estructura geopolítica de la región quedó desparramada.
La estrepitosa caída de Bashar el Assad se constituye en quizás el último capítulo de la Primavera Árabe iniciada en 2010. Solo la brutal intervención en 2015 de Rusia, además de Hezbollah e Irán, mantuvieron al dictador en el poder, aunque con un parcial control del territorio.
Este último capítulo comenzó el 7 de octubre con la masacre de Hamás a Israel. Irán movilizó su “eje de resistencia” para atacar al Estado Judío en “solidaridad con Gaza”. Primero fue Hezbollah que el mismo 8 de octubre comenzó sus ataques a las poblaciones del norte de Israel. Luego la pandilla de los hutíes en Yemen que causaron estragos a la navegación por el mar Rojo y, finalmente, el mismo Irán, que atacó en dos ocasiones a Israel directamente desde su territorio.
La contundente derrota que Israel le propinó a Hezbollah en Líbano fue una primera pieza extraída del Jenga. Otra, las retaliaciones de Israel a Irán tras los ataques con misiles lanzados desde territorio persa que desnudaron las flaquezas del régimen, más valiente reprimiendo a su propia gente, mujeres especialmente, que enfrentando a un enemigo de carne y hueso, Israel, a quien por años han amenazado.
Fue en la histórica ciudad de Alepo, cercana su bastión en Idlib, donde unos rebeldes apoyados por Turquía, liderados por la agrupación HTS (Hayat Tahrir al Sham), heredera de Jabat al Nusra, otrora filial de Al Qaeda, retiraron la pieza de abajo del Jenga y abajo se vino el edificio entero. Una semana después entraban en Damasco, ponían fin a la dinástica tiranía de los Assad y sacudían los cimientos de la agitada geopolítica del medio oriente.
Lo que comenzó Hamás el 7 de octubre le salió muy mal. No volverá a gobernar la Franja de Gaza, la causa palestina queda una vez más al garete y la población gazatí con un futuro incierto. Israel demostró una suprema superioridad militar y de inteligencia, esencial para su supervivencia en la región.
El “eje de resistencia”, la llamada coraza shiita, construido por Irán durante décadas a un costo altísimo con el fin de destruir a Israel y someter a los países del Golfo, yace en ruinas. Habrá que ver si tras ese estruendoso fracaso, los Ayatolas aceleran su carrera hacia La Bomba y qué harían Israel y Estados Unidos en ese escenario.
Lo que ocurra en Siria es altamente incierto, pues a los varios grupos opositores a Assad, HTS, kurdos, árabes sunitas, exmilitares proturcos, drusos y otros, los unía derrocar al dictador. Alcanzado lo anterior, está por verse si logran crear un proyecto de Nación en el que quepan todos, gestión en que países del Golfo podrían ser de alto valor o si comienzan a luchar entre sí, como ocurrió en Irak, Libia, Sudán y Yemen tras la caída de sus dictadores.
Ganadores en el tablero geopolítico: la población siria que puede saborear libertad por primera vez desde la creación de la Republica en 1946. Igualmente, Turquía e Israel como protagonistas centrales son indiscutibles ganadores, aunque con riesgos potenciales especialmente para este último. Gana Líbano si logra sacudirse del dominio de Irán y Hezbollah. Grandes derrotados, Irán y Rusia, que apostaron todo a Bashar al Assad, quien cayó al poder en paracaídas tras la muerte de su padre a gobernar Siria, unos de los más complejos países del Medio Oriente.
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La estrepitosa caída de Bashar el Assad se constituye en quizás el último capítulo de la Primavera Árabe iniciada en 2010. Solo la brutal intervención en 2015 de Rusia, además de Hezbollah e Irán, mantuvieron al dictador en el poder, aunque con un parcial control del territorio.
Este último capítulo comenzó el 7 de octubre con la masacre de Hamás a Israel. Irán movilizó su “eje de resistencia” para atacar al Estado Judío en “solidaridad con Gaza”. Primero fue Hezbollah que el mismo 8 de octubre comenzó sus ataques a las poblaciones del norte de Israel. Luego la pandilla de los hutíes en Yemen que causaron estragos a la navegación por el mar Rojo y, finalmente, el mismo Irán, que atacó en dos ocasiones a Israel directamente desde su territorio.
La contundente derrota que Israel le propinó a Hezbollah en Líbano fue una primera pieza extraída del Jenga. Otra, las retaliaciones de Israel a Irán tras los ataques con misiles lanzados desde territorio persa que desnudaron las flaquezas del régimen, más valiente reprimiendo a su propia gente, mujeres especialmente, que enfrentando a un enemigo de carne y hueso, Israel, a quien por años han amenazado.
Fue en la histórica ciudad de Alepo, cercana su bastión en Idlib, donde unos rebeldes apoyados por Turquía, liderados por la agrupación HTS (Hayat Tahrir al Sham), heredera de Jabat al Nusra, otrora filial de Al Qaeda, retiraron la pieza de abajo del Jenga y abajo se vino el edificio entero. Una semana después entraban en Damasco, ponían fin a la dinástica tiranía de los Assad y sacudían los cimientos de la agitada geopolítica del medio oriente.
Lo que comenzó Hamás el 7 de octubre le salió muy mal. No volverá a gobernar la Franja de Gaza, la causa palestina queda una vez más al garete y la población gazatí con un futuro incierto. Israel demostró una suprema superioridad militar y de inteligencia, esencial para su supervivencia en la región.
El “eje de resistencia”, la llamada coraza shiita, construido por Irán durante décadas a un costo altísimo con el fin de destruir a Israel y someter a los países del Golfo, yace en ruinas. Habrá que ver si tras ese estruendoso fracaso, los Ayatolas aceleran su carrera hacia La Bomba y qué harían Israel y Estados Unidos en ese escenario.
Lo que ocurra en Siria es altamente incierto, pues a los varios grupos opositores a Assad, HTS, kurdos, árabes sunitas, exmilitares proturcos, drusos y otros, los unía derrocar al dictador. Alcanzado lo anterior, está por verse si logran crear un proyecto de Nación en el que quepan todos, gestión en que países del Golfo podrían ser de alto valor o si comienzan a luchar entre sí, como ocurrió en Irak, Libia, Sudán y Yemen tras la caída de sus dictadores.
Ganadores en el tablero geopolítico: la población siria que puede saborear libertad por primera vez desde la creación de la Republica en 1946. Igualmente, Turquía e Israel como protagonistas centrales son indiscutibles ganadores, aunque con riesgos potenciales especialmente para este último. Gana Líbano si logra sacudirse del dominio de Irán y Hezbollah. Grandes derrotados, Irán y Rusia, que apostaron todo a Bashar al Assad, quien cayó al poder en paracaídas tras la muerte de su padre a gobernar Siria, unos de los más complejos países del Medio Oriente.
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