El tan esperado “acuerdo del siglo”, pregonado por el presidente Donald Trump desde su arribo a la Casa Blanca, finalmente vio la luz del día tres años después. Como cualquier propuesta de paz no es perfecta, no responde a las expectativas de las partes y es apenas el primer salvo en un proceso que para llegar a buen puerto exige concesiones mutuas. En este momento es lo único que hay sobre la mesa para avanzar en la solución al conflicto palestino-israelí.
El inmediato rechazo palestino a la propuesta no debe sorprender pues esa ha sido su norma desde 1947 cuando junto con los países árabes rechazaron el plan de partición de Naciones Unidas, primer NO, el cual paradójicamente 40 años más tarde, demasiado tarde quizás, aceptaban como la base de sus reivindicaciones nacionales. Los líderes palestinos encabezados por el presidente Mahmud Abbas, boicotearon a los negociadores de Trump, Kushner y Greenblatt desde 2017 para ahora alegar que “no los tuvieron en cuenta”. Ese patrón de negarse a negociar y de boicotear mediadores viene desde la época del mandato británico.
En julio de 2000 se reúnen en Camp David el presidente Clinton, Yasser Arafat y Ehud Barak para finiquitar los acuerdos de Oslo. La propuesta americana otorgaba a los palestinos prácticamente todo lo que ahora le están reclamándo al plan de Trump: Estado palestino independiente en Gaza y 96% de Cisjordania, el 4% compensado con tierras al interior de Israel, Jerusalén como capital -también de Israel-, desmantelamiento de los asentamientos judíos en el territorio del futuro Estado y un compromiso justo y realista al tema de los refugiados palestinos.
Sin embargo, la respuesta de Arafat al plan conocido como “parámetros de Clinton” fue un rotundo NO con lo que cometiendo un error histórico el líder palestino le fallaba a su pueblo. Adicionalmente Arafat lanzó la “segunda intifada” que no fue más que una campaña de terror liderada por Hamás, llevada a cabo por adolescentes palestinos que indoctrinados en el odio se inmolaron en Israel con el objetivo de matar judíos y matar la paz de Oslo.
Años después en 2008 Abbas, otro NO, rechazaba la propuesta de paz laborada con George Bush y Ehud Olmert, similar a la de Camp David 2000 y en concordancia con la iniciativa de paz de la Liga Árabe.
El plan de Trump pone a los palestinos en una encrucijada justo cuando pierden apoyo en el mundo árabe, cada vez más cercano a Israel. Pueden rechazarlo de plano y seguir en su vana cadena de negativas o aferrase a los elementos básicos de la propuesta la cual reconoce un Estado Palestino independiente y su vínculo con Jerusalén para crear un espacio de negociación que en determinadas circunstancias podría acercar a las partes a la elusiva paz. Tendrían, como condición sine qua non, que reconocer a Israel como el Estado Nación del Pueblo Judío. El tiempo no corre a su favor.
El tan esperado “acuerdo del siglo”, pregonado por el presidente Donald Trump desde su arribo a la Casa Blanca, finalmente vio la luz del día tres años después. Como cualquier propuesta de paz no es perfecta, no responde a las expectativas de las partes y es apenas el primer salvo en un proceso que para llegar a buen puerto exige concesiones mutuas. En este momento es lo único que hay sobre la mesa para avanzar en la solución al conflicto palestino-israelí.
El inmediato rechazo palestino a la propuesta no debe sorprender pues esa ha sido su norma desde 1947 cuando junto con los países árabes rechazaron el plan de partición de Naciones Unidas, primer NO, el cual paradójicamente 40 años más tarde, demasiado tarde quizás, aceptaban como la base de sus reivindicaciones nacionales. Los líderes palestinos encabezados por el presidente Mahmud Abbas, boicotearon a los negociadores de Trump, Kushner y Greenblatt desde 2017 para ahora alegar que “no los tuvieron en cuenta”. Ese patrón de negarse a negociar y de boicotear mediadores viene desde la época del mandato británico.
En julio de 2000 se reúnen en Camp David el presidente Clinton, Yasser Arafat y Ehud Barak para finiquitar los acuerdos de Oslo. La propuesta americana otorgaba a los palestinos prácticamente todo lo que ahora le están reclamándo al plan de Trump: Estado palestino independiente en Gaza y 96% de Cisjordania, el 4% compensado con tierras al interior de Israel, Jerusalén como capital -también de Israel-, desmantelamiento de los asentamientos judíos en el territorio del futuro Estado y un compromiso justo y realista al tema de los refugiados palestinos.
Sin embargo, la respuesta de Arafat al plan conocido como “parámetros de Clinton” fue un rotundo NO con lo que cometiendo un error histórico el líder palestino le fallaba a su pueblo. Adicionalmente Arafat lanzó la “segunda intifada” que no fue más que una campaña de terror liderada por Hamás, llevada a cabo por adolescentes palestinos que indoctrinados en el odio se inmolaron en Israel con el objetivo de matar judíos y matar la paz de Oslo.
Años después en 2008 Abbas, otro NO, rechazaba la propuesta de paz laborada con George Bush y Ehud Olmert, similar a la de Camp David 2000 y en concordancia con la iniciativa de paz de la Liga Árabe.
El plan de Trump pone a los palestinos en una encrucijada justo cuando pierden apoyo en el mundo árabe, cada vez más cercano a Israel. Pueden rechazarlo de plano y seguir en su vana cadena de negativas o aferrase a los elementos básicos de la propuesta la cual reconoce un Estado Palestino independiente y su vínculo con Jerusalén para crear un espacio de negociación que en determinadas circunstancias podría acercar a las partes a la elusiva paz. Tendrían, como condición sine qua non, que reconocer a Israel como el Estado Nación del Pueblo Judío. El tiempo no corre a su favor.