Trump y el Medio Oriente

Yahya Sinwar le entregó en bandeja de plata a Donald Trump un nuevo Medio Oriente, si bien con desafíos, pleno en oportunidades. La masacre de Hamás del 7 de octubre de 2023 desató una serie de eventos que condujeron a una transformación épica de la región.

A pesar de las bravuconadas y el espectáculo grotesco que hizo hace unos días con la liberación de las tres jóvenes israelíes secuestradas, Hamás ha sido fuertemente golpeado, su cúpula eliminada, al igual que miles de combatientes, y su infraestructura terrorista prácticamente destruida. Cargará en sus hombros la responsabilidad de la devastación de Gaza y la crisis humanitaria. Los palestinos están social y políticamente mucho peor hoy que antes del 7 de octubre. La simpatía global que han ganado en ciertos círculos y con algunos Estados y organismos internacionales poco les va a servir para adelantar su causa.

El “eje de resistencia”, esa coraza shiita que el régimen iraní construyó durante décadas a un costo altísimo, para rodear a Israel y debilitar a las monarquías del Golfo, yace en la lona, con el conteo terminado. La derrota humillante que sufrió Hezbollah a manos de Israel, los ataques rutinarios de la fuerza aérea judía contra objetivos iraníes en Siria y los dos ataques retaliatorios de Israel a territorio persa que causaron enorme daño a instalaciones militares y radares fueron el catalizador del mayor de todos los cambios: la caída de Bashar el Asad en Siria, cuyo sanguinario régimen dependía de la protección de Rusia, encartado en Ucrania y los abatidos Hezbollah e Irán.

Esta nueva geopolítica regional le abre oportunidades al presidente Trump, uno de cuyos mayores éxitos en su primera administración fue precisamente en el Medio Oriente con los acuerdos de Abraham, los cuales buscaría extender a la joya de corona regional, Arabia Saudita y a otros países árabes y musulmanes. Las saudíes que estaban a punto de firmar un acuerdo con Israel antes del 7 de octubre son la clave para un reacomodamiento que promueva la convivencia, la prosperidad y la paz en la región.

Una vez sean liberados los rehenes, termine la guerra en Gaza y haya claridad sobre el proceso de reconstrucción y control de la franja, el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman podría retomar el acercamiento con Israel y un pacto de defensa con Estados Unidos para continuar con sus faraónicos proyectos de modernización del reino, sede del mundial de fútbol de 2034, desacoplándolo de la dependencia del petróleo. Sin embargo, antes deberá Trump enfrentar un desafío inmediato: el programa nuclear iraní, el cual presenta dos caminos posibles cada uno con serias implicaciones, desactivarlo por medio de la diplomacia o un ataque militar.

Los personajes nombradas por Trump para su gestión en el Medio Oriente; el embajador en Israel Mike Huckabee y el enviado especial Steve Witkof, junto con el ya ratificado secretario de Estado Marco Rubio, mantienen una fuerte postura pro-Israel, lo cual les facilita, dadas las circunstancias, presionar a Jerusalem para tomar decisiones encaminadas a lograr el “gran acuerdo” que crearía un alianza regional entre los países del Golfo liderados Arabia Saudita, Israel, Egipto y Jordania, por qué no Turquía y posteriormente quizás Siria y Líbano. Para esto es necesario abrir un horizonte político a los palestinos cuyo liderazgo debe recomponerse a las nuevas circunstancias. No hay que olvidar que la última propuesta de paz al conflicto Israel-Palestina, el llamado “acuerdo del siglo” que incluía un Estado palestino independiente en partes de Cisjordania, fue presentada por el neoyorquino en su primer mandato.

Donald Trump, incertidumbre pura, podría en el Medio Oriente sorprendernos.

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