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Hablemos de otro sufijo. La semana pasada fue «-ismo», veamos ahora «-sco». Por lo general, se une a nombres, comunes o propios, para crear un derivado, más específicamente un adjetivo: «telenovelesco» (de «telenovela»), «quijotesco» (de «Quijote»), etc. Según el Diccionario de la lengua española (DLE), «indica relación o pertenencia y a veces tiene matiz despectivo». Erróneamente se puede pensar que los derivados se forman con «-z-» (por ejemplo, «oficinezca» en vez de «oficinesca»), quizá por la similitud con terminaciones verbales como «-zca»: «amanezca», «parezca», etc. Sin embargo, hay que tener en cuenta que son tipos distintos de unidades gramaticales.
Con el sufijo en cuestión, no obstante, hay excepciones. El mismo DLE señala que si bien existen las formas «-asco», «-esco», «-isco» y «-usco», también tenemos «-izco» y «-uzco», como en «blancuzco» o «negruzco» (por cierto, la derivación de los colores suele ser bien irregular en sus terminaciones: «amarillento», «verdoso», «rojizo», etc.).
¿La razón de que, principalmente cuando se trata de colores, el sufijo tome la forma con «z» y no con «s»? No parece evidente. De hecho, como en su momento escribió el lingüista mexicano José G. Moreno de Alba, debido a que estos sufijos son elementos de naturaleza gramatical (es decir, no de la espontaneidad del habla o el azar que a veces determina la ortografía), «convendría» unificarlos, «quizá con ‘s’». ¿Qué opinan ustedes?