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De regreso de la pausa de fin de año, podemos retomar el tema que había quedado inconcluso: el sexo y el género en la más reciente actualización del Diccionario de la lengua española. Estaba en mora de referirme a algunas novedades que pueden resultar problemáticas dentro de esta publicación.
Tenemos, por ejemplo, la introducción de la forma compleja «identidad de género»: «Percepción que cada persona tiene de su propio género, que puede coincidir o no con su sexo biológico». Para Pilar Cuartas, editora de Género y Diversidad de El Espectador, aunque tardío, es positivo que las academias de la lengua se pongan al día en la documentación de este derecho humano. No obstante, señala que optar por la palabra «percepción» podría reproducir la idea equivocada y violenta de que la identidad de género es producto de algo similar a la imaginación, en lugar de ser una «vivencia», como es definida en distintas instancias nacionales e internacionales.
Por otro lado, llama la atención la inclusión de «identidad sexual». La definición vuelve a ser absolutamente binaria, lo que excluye, por ejemplo, a las personas intersexuales, mientras que en el Diccionario se mantiene la entrada «hermafrodita» con inexactitudes y sin ningún tipo de anotación sobre su uso ofensivo o discriminatorio en estos contextos. Además, sigue sin incluirse la forma compleja «orientación sexual», acaso más extendida que «identidad sexual». Esperemos que algo de esto se encuentre en estudio.
Estas han sido solo algunas observaciones sobre un asunto indiscutiblemente complejo, pues aun dentro de los movimientos sociales faltan consensos e incluso hay posturas opuestas. No obstante, creo que es al menos interesante que los cambios empiecen a verse reflejados desde instituciones tan tradicionales como la RAE.
Termino deseándoles un 2024 muy feliz.
mmedina@elespectador.com, @alejandra_mdn