El planeta pide auxilio y los millonarios dicen ‘buen intento’
La biodiversidad es la vida. Todo ser vivo hace parte de ella: fauna, flora, hongos, microorganismos y seres humanos. Todo es perfecto para que las especies se reproduzcan, se impongan y se perpetúen.
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La biodiversidad es la vida. Todo ser vivo hace parte de ella: fauna, flora, hongos, microorganismos y seres humanos. Todo es perfecto para que las especies se reproduzcan, se impongan y se perpetúen.
Pero la armonía perfecta de la naturaleza se fracturó, se cansó y se rebeló. Se quebró por la acción humana, por los sistemas de producción y por una industrialización que dio forma a la organización social de la modernidad y que ahora parece colapsar en la era de la posmodernidad.
Las maravillas de la ciencia, también fruto de la mente humana, nos permitieron acceder durante décadas a recursos naturales y minerales para construir inventos de todo tipo, instaurando así un “modelo ejemplar”. Todos aspiramos a ser ciudadanos de ese mundo de bienes y servicios que promete un ideal de desarrollo y el estilo de vida del primer mundo.
El asunto es simple: lo que por siglos pareció infinito, se ha vuelto finito. La tensión por la supervivencia es real. En la COP16 de Cali, Colombia, Sudamérica —la despensa, ese viejo “patio trasero”— quedó expuesto, una vez más, que lo imprescindible para prolongar la vida es que ese desarrollo moderno subsidie el cuidado y la preservación de los recursos del mundo no desarrollado. Pero el sistema financiero funciona al revés: se subsidian industrias que, en cambio, perjudican ese cuidado. Esa es la paradoja.
El mundo no desarrollado conserva los recursos naturales y los insumos que necesitan los que tienen el capital. Y en la COP de lo que se habló, en esencia, es de que son ellos, quienes pueden pagar por esos recursos, los que se resisten a hacerlo.
En la COP sobre biodiversidad nos encontramos con la evidencia científica que ya ha hecho su trabajo, advirtiendo en mil voces que esto no es un cuento ideológico, ni una causa de ambientalistas “locos”, ni tampoco el aprovechamiento de las comunidades indígenas ancestrales. Hemos vuelto a necesitar de la esencia de la “casa común”, como ya lo dijo el Pontífice del Vaticano.
¿Quién cuida a quién? ¿Quién cede? Elon Musk ya está buscando vida en Marte. A los iluminados del capital este planeta les quedó pequeño, y hoy se les pide que entreguen el 1 % de sus utilidades o de su patrimonio para la preservación. Pero aún no se sabe si se logrará.
La COP en Colombia fue maravillosa, y escapa de las manos del gobierno nacional, que hizo posible que se llevara a cabo. Nos quedan los beneficios y la satisfacción de haber mostrado la cara genuina de una ciudad alegre y un país megadiverso, pero es cierto que al planeta se le acaba el tiempo, así como se les acabó a las víctimas de la DANA en España.