“Que funcione la institucionalidad”. Es la frase que expresa el deseo que nos une a todos los colombianos. Y la institucionalidad funciona y “nos salva”. Leyendo el libro de Roberto Pombo y sus cartas a los expresidentes, es evidente que en cada gobierno se ha jugado la suerte de la fortaleza institucional por diferentes enemigos y la pelea se ha ganado en los últimos 30 años.
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“Que funcione la institucionalidad”. Es la frase que expresa el deseo que nos une a todos los colombianos. Y la institucionalidad funciona y “nos salva”. Leyendo el libro de Roberto Pombo y sus cartas a los expresidentes, es evidente que en cada gobierno se ha jugado la suerte de la fortaleza institucional por diferentes enemigos y la pelea se ha ganado en los últimos 30 años.
El respeto por las decisiones de los poderes, el trámite de las leyes del Legislativo, las políticas públicas de los planes de desarrollo, el respeto por los derechos, la lucha contra los grupos criminales, las negociaciones con las guerrillas, el trámite de las demandas de los movimientos sociales y sus tensas relaciones con el poder, la polarización de la izquierda y la derecha.
Hoy, en medio de la tensión que existe en lo político, lo judicial, lo mediático y sobre todo lo social y la paz, nada más necesario que la elección de la fiscal. Por tanto, lo que más se necesita es la coherencia del cumplimiento de las tareas institucionales. ¿Qué está pasando en la Corte Suprema de Justicia? ¿Vamos a tener que poner en duda sus intenciones al demorar la decisión? Valiente favor le hacen al discurso de la lucha contra la ineficacia de la justicia, el acomodo ante los procesos políticos y la criminalidad que supera al Estado de derecho con el aplazamiento de la elección del importante cargo en el Estado.
Todos los fiscales han demostrado el poder de intimidación que emana del búnker, unos más macabros que otros. Siempre se ha calculado el margen de maniobra que tienen los elegidos. Pero hoy, con el desafío enorme que significa el trasegar institucional del gobierno de Gustavo Petro, es increíble que la Corte se deje intimidar por el fiscal Barbosa. ¿Se volvió tan pequeña la Corte para hacerle caso al abogado Barbosa, quien se tragó el cuento de que ejerce justicia desde la moral y la escritura de libros? Dice él, desde su mundo de ficción, que el presidente es igual que Escobar y que, por tanto, es mejor dejar una interinidad en la Fiscalía y acobardarse en el escondite del voto en blanco.
Algo no nos está contando la Corte. ¿O los Estados Unidos, que son los que mandan en la Fiscalía y siempre juegan al secreto diplomático en sus interesados cálculos políticos, están dictando el libreto? Por algo el fiscal se fue a ese país. ¡Oh!, qué gran jugada. Yo diría que más ridícula que maestra. Hacernos pensar, como lo ha pretendido siempre, que es un erudito del ajedrez y que son las estridencias de sus palabras las que nos ponen en la línea de la justicia divina. Es igualito, claro, al expresidente Duque, que sigue en el centro literario de “somos influyentes, somos muy importantes”.
La salud de la llamada institucionalidad, que le da el sustento a la resistencia del Estado colombiano, está en que se proceda en cualquier caso como lo ordena la Constitución. El presidente terna y la Corte elige. Si algo preferimos los colombianos es que los poderes sean frenteros, decididos y consecuentes. ¿Nos vamos a someter al infantil proceder de Barbosa, que ha dado muestras de la necesidad del biberón para hacer política?
Elijan a la fiscal, la que sea. Yo no las conozco y seguro que tienen agenda o lazos comunicantes con el poder, todos los han tenido. Pero si lo que se quiere es transparencia y ejecución, que dé ejemplo la más alta Corte de las ramas de la justicia, y si lo que creen es que no será independiente, que miren en el retrovisor y hagan juicio a sus antecesores. Les tocó esta terna, les tocó tomar una decisión. Los delincuentes no esperan detrás de un voto en blanco. Colombia siempre necesita justicia.