Aristóteles decía que “la forma” hace que las cosas sean las cosas y que es la esencia de todo. Revisando un artículo de Carlos Luna, decano universitario de Diseño Gráfico, que reflexiona sobre el tema y, soportado en el filósofo, sentencia: “No hay más fondo que la forma”, me dio por pensar en nuestro turbulento acontecer. Lo que ocurre en nuestro entorno social y político lo están definiendo las acciones y las palabras, y estas borran los significados.
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Aristóteles decía que “la forma” hace que las cosas sean las cosas y que es la esencia de todo. Revisando un artículo de Carlos Luna, decano universitario de Diseño Gráfico, que reflexiona sobre el tema y, soportado en el filósofo, sentencia: “No hay más fondo que la forma”, me dio por pensar en nuestro turbulento acontecer. Lo que ocurre en nuestro entorno social y político lo están definiendo las acciones y las palabras, y estas borran los significados.
La forma se nos volvió el todo. Lo que sucedió en la Corte esta semana, no elegir a la fiscal, habría sido mucho más significativo y trascendente si el presidente Gustavo Petro no hubiese optado por el llamado a las marchas con el argumento de que lo van a tumbar. Los disturbios del jueves lograron que esta decisión no tomada y su consecuencia real pasara a un segundo plano. El caos creado por una marcha inspirada e instigada por él logró que el asunto de fondo dejara de ser la no elección y se le devolvió en su contra. No solo por el ataque de nervios institucional que alcanzó a sentirse en el país, que levantó todas las voces del Estado y del establecimiento; sino porque, además, le dio una salida triunfal de la Fiscalía al abogado Barbosa. Petro se dejó provocar.
El argumento de que “el pueblo se respeta” no sería solo una vieja consigna reivindicativa de la izquierda usada para caldear los ánimos -¡Claro que el suyo es el mandato para que al pueblo se le respete!-, pero serviría reforzarlo con el respeto que el mismo Gustavo Petro puede demostrarle a ese pueblo cuidando las formas de gobernante. La incesante actividad del presidente en su cuenta de X lo convierte en un activista de sus causas. Comunicar sus pensamientos (todos) se le convirtió en un fin en sí mismo. La pregunta es ¿consigue con eso consolidar el anhelado liderazgo de la justicia social? ¿O le ayudaría más explicar con sencillez y mesura las dificultades que conllevan sus propósitos? Se desborda a sí mismo y sabe que a él se le mide con una vara más alta.
Otro elemento sobre el descuido de “las formas” es que el empeño de sacar la gente a la calle a apoyarlo le va a costar cada vez más. Primero, porque todo lo que suceda, poco o mucho, real o amplificado, será su responsabilidad; y segundo porque cada vez saldrá menos gente, lo cual significará que su convocatoria languidece. La gente saldrá cuando le dé la gana.
Ahora bien, mencionemos algo de “las formas” que se usan para referirse a su gobierno y a él personalmente. Tampoco se salvan muchos protagonistas de la escena política que ya saltaron la barrera y dejaron pasar sus prejuicios y sesgos, que hacen imposible tramitar la presencia del presidente. Un ejemplo fue el de César Gaviria, que se lleva esta semana la medalla de oro. Sin verse al espejo, le dijo “loco” al presidente. Que lo diga cualquier ciudadano, ¿pero un expresidente en comunicado oficial de un partido político como el Liberal?
En conclusión, estamos en medio de un espectáculo de fuegos artificiales, que en términos de la política se define como “pirotecnia”. Se usa para adornar los discursos y usar términos fuertes, que rompen lo común, para persuadir con argumentos que pueden ser falaces y crear una ficción que muchas veces resulta manipuladora.
Todos estamos distraídos mirando las luces de la pólvora, veremos qué queda una vez se disipe el humo.
Insisto, señores magistrados, elijan a la fiscal.