Cuando la inmoralidad es parte de la política
María Ángela Holguín
Hoy en Bolivia estamos viendo en vivo y en directo eventos que son un desastre para ese país. Acusaciones de corrupción, de trata de personas, de acoso sexual, de fraude electoral, de atentados, de malos manejos y todo esto entre un presidente y un expresidente, no en una pelea de bar.
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Hoy en Bolivia estamos viendo en vivo y en directo eventos que son un desastre para ese país. Acusaciones de corrupción, de trata de personas, de acoso sexual, de fraude electoral, de atentados, de malos manejos y todo esto entre un presidente y un expresidente, no en una pelea de bar.
Luis Arce, exministro de Hacienda de Evo Morales, quien ganó las elecciones del 2020 con su apoyo, es hoy su mayor enemigo. Libran una batalla, de lo más bajo del mundo del poder y la política, llegando a consecuencias absurdas para el país. Deben definir quién será el candidato del MAS en las elecciones del 2025, en la cuales Evo quiere ser candidato sin poder serlo. La pelea está acabando no sólo con el partido creado por Evo, sino de paso con Bolivia, su economía y su estabilidad social.
Es el declive de un proyecto político que nació hace 28 años, como alternativa del mundo indígena y de movimientos sociales del que viene, Morales, que muchos, con esperanza, creyeron que era el camino para que Bolivia fuera un país más justo y más equitativo. Evo Morales, durante 13 años de gobierno, se benefició de una bonanza del gas y de minerales, la cual le hubiera dado al país la oportunidad de crecer y lograr mejorar la vida de su población. Evo les ofreció a los bolivianos un futuro diferente que hoy vemos no pasó de las promesas.
Bolivia es el quinto productor de gas en la región y era el principal proveedor de gas de Brasil y de Argentina. Recibió 60.000 millones de dólares por exportaciones de gas durante el gobierno de Morales. Hoy está importando combustible.
La furia de Evo Morales empezó poco después de que Arce inició la Presidencia, al ver a su discípulo yéndose hacia políticas menos radicales, por pragmatismo o por convicción. Este fue el inicio de una pelea que tiene hoy en jaque al país. Arce ha tenido que importar combustible y ha acusado a Morales de no haber invertido durante varios años en la explotación de gas, motor de sus exportaciones. La acusación no deja de sorprender porque él era su ministro de Hacienda.
Hace unos meses veíamos unos terribles incendios que azotaban los bosques en Bolivia. Se dijo que habían sido provocados por miembros de los poderosos movimientos sociales, que deforestaban, buscando quedarse con tierras para cultivar y expandir la frontera agrícola, en total impunidad, sin que la fuerza pública pudiera reaccionar a estos desmanes.
Hoy con su economía venida abajo, enfrenta desde hace 20 días bloqueos por parte de los mismos movimientos sociales, seguidores de Evo Morales. Tienen a la población en una situación de incertidumbre y caos por falta de comida, de gasolina, el comercio paralizado y sin libre circulación para una gran parte de los bolivianos. Las pérdidas para el país superan los 1.700 millones de dólares. Lo que es inadmisible es que los bloqueos, desastrosos para la economía del país, se den como protesta por las investigaciones contra el expresidente por abusos sexuales y trata de personas. Lo que al final buscan los seguidores de Evo es que le quiten las inhabilidades para ser candidato en el 2025.
Los empresarios y la población en general le han pedido al Gobierno que acabe con los bloqueos que persisten por las posiciones irracionales de los actores en conflicto. Veremos si Arce tiene la capacidad de retomar el rumbo y dejar de lado la pelea política de su partido. Mientras tanto parece que las investigaciones contra Evo podrían llevarse a cabo en Argentina, donde vivió durante un tiempo. La ministra de Seguridad de ese país anunció que Morales debe responder a la justicia argentina, ya que el delito de Trata de personas se había cometido en ese territorio.
El proyecto político del MAS, que nació con la pretensión de ser un cambio para la comunidad indígena mayoritaria en Bolivia, está viviendo su decadencia en lo económico, en lo social y, sobre todo, en lo moral.