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Quiero escribir sobre el proceso de licitación de pasaportes tan mencionado en estos días. Defiendo este proceso de modernización del pasaporte y su expedición tecnificada, porque durante los ocho años que fui canciller trabajé para que a los colombianos no nos exigieran visado en tantos países ni nos maltrataran en los aeropuertos. Para este proceso, era requisito esencial tener un pasaporte conforme a los estándares tecnológicos actuales, en lo cual habíamos logrado grandes avances.
Nuestro pasaporte es uno de los mejores del mundo, premiado en el exterior por la excelente seguridad que brinda. La impresión que tiene logra que no se pueda falsificar, como sí ocurría en los 90, y sus páginas interiores están protegidas de cualquier tipo de sustitución. Se expide en un cortísimo plazo, que se compara con pocos en el mundo, y posee un chip electrónico, uno de los requisitos exigidos para que no tuviéramos que solicitar visados en muchos países.
Si reducimos estas exigencias so pretexto de dar oportunidades a muchos oferentes estaremos echando para atrás años de trabajo. La exoneración del visado va unida a la seguridad que ofrece nuestro pasaporte. Cuando llevamos a cabo el proceso con la Unión Europea para la exoneración de la visa Schengen, el tema de la seguridad del pasaporte fue primordial. Si no tenemos un pasaporte de esos estándares será difícil que la eliminación de las visas avance e, incluso, podríamos perder parte de los logros obtenidos.
El proceso licitatorio actual se inició hace un año en el Ministerio de Relaciones Exteriores con los comités que se crean para preparar los pliegos y estudiar las propuestas. A este proceso lo acompañan las entidades de control y es la misma licitación que la Cancillería lleva haciendo por décadas.
Se han dicho muchas cosas en estos días. Por ejemplo, que el pliego licitatorio está ajustado a una empresa en particular; lo que no es cierto, pues lo consignado en el pliego como requisito fue establecido hace muchos años. Está ajustado a las exigencias técnicas que se requieren para que el pasaporte sea un documento de identidad confiable para todos los países que reciben a los colombianos. No hay pues allí cambios, alteraciones ni condiciones nuevas que excluyan injustamente a otros oferentes, como se ha querido hacer creer.
En este proceso vemos cómo en este país hacer las cosas bien no paga. Pasaremos de algo que funciona bien a la incertidumbre y, lo más grave, bajo un manto de supuesta imparcialidad y transparencia.
Esta semana, el canciller, quien tenía delegado este proceso por resolución en el secretario general, retoma el tema él directamente y declara desierta la licitación con el argumento de que no había sino un solo proponente y que no se puede hacer una selección objetiva. Con ese mismo argumento se terminarán atacando otras licitaciones que el Estado necesita, donde, por la sofisticación requerida, los oferentes son siempre reducidos.
Al final tenemos que un proceso estructurado, que responde a una formulación de Estado, no de gobierno, se corta abruptamente para, a renglón seguido, declarar la urgencia manifiesta. No sé el lector qué opinará, pero a mí me suena a contratación a dedo, ya veremos a quién…
Será la Procuraduría la que le recuerde al canciller la ley de contratación que contempla que, en una licitación, cuando hay un solo proponente, se puede adjudicar si este cumple con lo establecido en el pliego licitatorio. Se puede declarar desierta cuando varios de los proponentes o el único que quede no cumplen con lo establecido en el pliego.
Los colombianos, por primera vez en la historia, estaremos expuestos a la posibilidad de que no haya pasaportes y no puedan salir del país quienes no lo tengan antes del 2 de octubre.
Veremos qué pasa, pero el punto no es rebajar exigencias. Todo lo contrario, mayores exigencias para que el pasaporte colombiano sea garantía de seriedad y confianza en la comunidad internacional.
* Canciller de 2010 a 2018.