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No sólo los hombres piensan y actúan de forma patriarcal y machista. También hay mujeres que creen que sus propias vidas no son tan significativas como las de los hombres: se trata quizás de mujeres dispuestas a renunciar a sus propias misiones o vocaciones para seguir al "hombre" dondequiera que él vaya.
Pero, más grave aún, al mejor estilo de las protagonistas blancas de la película Historias cruzadas, también están programadas para sentirse mejores o superiores que aquellas casadas con hombres menos poderosos que sus maridos. Y se sienten, además, impulsadas a discriminar o tratar con alguna condescendencia a las que las ayudan, sirven o cuidan de sus hijos.
¿Será que tenemos esperanzas de un país con justicia social mientras las mujeres sigamos siendo “cómplices felices” del mundo patriarcal, jerárquico y machista? En principio no parece posible, mientras las mujeres se identifiquen y representen el rol social que el mundo patriarcal les ha asignado, que no es otro que el de renunciar a ser amas de su destino económico, laboral, político y a ser dueñas de su cuerpo y de su sexualidad.
Por eso resulta maravilloso y casi milagroso saber que en nuestro país existen mujeres que representan lo mas esencial del principio femenino: la creatividad al servicio de la convivencia humana.
Ellas, al asumir su misión de vida, lideran proyectos de responsabilidad social en los que, por ejemplo, cinco millones de niños del mundo reciben educación activa; los tenderos de barrio se convierten en aliados estratégicos de los mercados de grandes superficies; o manejan proyectos para recuperar los ríos y negocian exitosamente con los empresarios que contaminan. Las mujeres son líderes sociales.
En pocas palabras, generan proyectos que permiten la accesibilidad de bienes y servicios a las poblaciones vulnerables y mejoran la calidad de vida en las comunidades que están bajo su red de influencia. Pero además, también están casadas, tienen hijos y algunas son hijas de hombres y mujeres visionarios y sabios que ya habían dejado atrás su mirada machista.
Y es que actuar desde el principio femenino es una posibilidad presente en hombres y mujeres que creen que colaborar es mejor que dominar, que la prosperidad colectiva es mejor que la acumulación en unos pocos. Pero sobre todo, que nuestra obligación ética es interactuar para que todos seamos dignos.
