El cuadro de violencia que viven los habitantes del sur de Nariño es tan complejo como el de varios territorios del país: estructuras criminales mutantes, algunas enfrentadas entre ellas, que intentan controlar el negocio del narcotráfico y, bajo su amparo, otras actividades ilegales. Tumaco está entre los principales cultivadores y exportadores de pasta de coca; en Magüí-Payán brotan los entables ilegales para explotar el oro; y los campos están sembrados de minas antipersona. La confrontación es amarga, con desapariciones, reclutamiento de adolescentes y muerte. Han sido asesinados 39 líderes sociales desde 2022 hasta enero de este año, la mayoría indígenas.
Un laboratorio esperanzador
26 de agosto de 2024 - 05:05 a. m.