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Punto de vista

Orgullo afro

María Wills Londoño
22 de agosto de 2024 - 01:42 p. m.

Hace poco hablaba con Liliana Angulo, artista y directora del Museo Nacional, sobre la necesidad de cambiar la palabra “esclavitud” por “esclavización”. Entendí perfectamente que el cambio semántico y sistémico surge de un lugar de reivindicación por una lucha ante una imposición activa por parte de la raza blanca sobre la negra. “Esclavización” deja entender una acción (casi siempre violenta) de un grupo de poder sobre otro. “Esclavitud” es una palabra pasiva.

Reconocer la cultura implica reconocer las luchas de cada colectivo, y es necesario que los blancos y mestizos entendamos desde dónde enunciamos estas violencias y, más allá, cómo nos relacionamos en el presente con la cultura afro. Hablar de negritudes es complejo, pues el color y la raza son categorías sumamente discriminatorias. Por ello, el racismo tiene allí su origen. En estos momentos está en proceso el Museo Afro, y será necesario para que una sociedad como la colombiana entienda que este espacio es clave para que las comunidades afrolatinas tengan su propio espacio de enunciación y creen las narrativas desde el origen.

Viendo la presentación del Ballet de Colombia de Sonia Osorio, con un auditorio lleno mayormente de blancos y rolos eufóricos y felices de ver músicas y danzas del país, no sé si percataron de que solo había en el grupo un bailarín afromestizo, y se volvió a abrir en mí una crisis con los aspectos de folclorización, exotismo y apropiación cultural. Los lugares de la representación son esenciales y hoy deberíamos reflexionar sobre cómo se escenifican músicas que, claro, son folclor, pero también son luchas, representan algo más allá de lo que se ve. Sin embargo, también valoro infinitamente que existan dinámicas de interculturalidad.

Retomo mis mejores recuerdos del Festival Petronio Álvarez, porque es uno de los lugares en donde más he gozado, bailado y compartido la música (y el viche), sin importar mi origen. La gente es absolutamente amorosa y generosa; en los arrullos del barrio Ciudad Córdoba dejan entrar a quien llegue a su casa. Incluso, me recibieron en la habitación de la madre de Nidia Góngora, porque le gustaba saludar gente, y yo quería felicitarla y agradecerle por abrir su casa. La hospitalidad fue inigualable y el deseo del festival y de sus promotores, músicos y cocineros es que sea disfrutado por todos. En la tarima los músicos son afrodescendientes, del Pacífico y del mundo, porque, sin duda, esas son las raíces con más sabrosura del mundo y son la influencia sonora que hace única a Colombia.

Estando allí empecé a reflexionar, sobre a quién le pertenece la música, y esto me permitió llegar a una de las conclusiones más felices en medio de tantas tensiones sociales del presente: la música es de quien la baila y la disfruta. Me pregunto si vale la pena, ya entrado este siglo, establecer que la música tiene color. Es esencial reconocer el origen, pero también es necesario abrir espacios de intercambio, siempre en el marco del respeto. En el colegio donde me eduqué me enseñaron cumbia y mapalé, como bases para entender la diversidad del país (y busco entender todo el tiempo la diferencia entre lo afro Caribe y lo afro Pacífico). Al bailarlo me sentía, y me siento aún hoy, como alguien que admira y valora de lo que han creado otros, sin importar su color.

Todos podemos bailar al son que nos toquen, pero, ¿será que podemos los blancos ser quienes representen a una cultura afro en el escenario? Creería que la respuesta es no. No obstante, no por ello quiero desacreditar la labor de Sonia Osorio, que es de las más importantes en la historia de la danza en el país. Ha enseñado y transmitido nuestro folclor por el mundo, exaltando la inmensa riqueza que existe en Colombia (pero me atrevo a proponer este como un punto de reflexión).

Sigo en redes a un joven líder llamado Lali F Riascos, que aboga por el reconocimiento de la cultura del pacífico y también realiza increíbles críticas muy educativas sobre discriminación, castas, trata de personas y muchas falacias en torno a la noción de lo pluriétnico y multicultural. Adoro su buena vibra y también su mirada crítica. Sin embargo, hubo una de las últimas publicaciones en Instagram que dejó desconcertadas a personas blancas, porque enuncia cosas que hacen algunos blancos durante el Petronio, que hace sentir incómodos a los afrodescendientes. Habla de una deshumanización porque muchas personas objetualizan la cultura negra. Decía que les incomoda que los blancos lleguen a disfrazarse con turbantes solo para el festival o que se tomen fotos con los afros como si fueran una exposición. Hubo mil interpretaciones de esto y, finalmente, lo que decían es que no se puede usar a la cultura afro como ingrediente de un parque temático.

Pero creo importante no polarizar, ni sentirnos aislados de las diversas manifestaciones materiales e inmateriales que hacen los pueblos afrodescendientes. Yo compro y me visto con la ropa de Lia Samantha, orgullo chocoano, y ella la vende porque cree en el intercambio cultural. Lo mismo hacen los artesanos que comercializan en el festival y que buscan activar sus economías locales. No quiero parecer negra, sería un irrespeto. Si quiero, en cambio, entender la cultura afro en toda su riqueza y poder gozar de la inmensa creatividad que hay en sus textiles y objetos. Quiero además no sentirme mal por hacerlo, porque si lo uso es porque lo aprecio y sé cuál es su historia y origen. Esa es la lección para los blancos. Acercarnos es desde un lugar que entienda que lo afro es de una descendencia y herencia cultural específica, y que puede haber una apropiación sana que surge desde la apreciación ética, que no es usada como tendencia.

 

Duncan Darn(84992)23 de agosto de 2024 - 12:28 p. m.
Me casé con una afrolibanesa caribe y soy chibchogermanocalima. Disfruté un solo petronio hace algunos años y me sentí genial , feliz de compartir con gentes , que igual que yo somos mezcla de muchas etnias, culturas y cosmologías. No creo que alguna etnia deba ofenderse o molestarse por compartir su alegría con otras que no tengan el mismo origen. Al final de cuentas, hace ya muchos años, nuestros orígenes empezaron a caminar desde África.....
Ricardo(68260)23 de agosto de 2024 - 12:23 p. m.
Su columna no tiene más contradicciones porque no es más larga. "¿será que podemos los blancos ser quienes representen a una cultura afro en el escenario? Creería que la respuesta es no": ¿qué haría usted con los músicos negros de la sinfónica? ¿cómo le respondería usted al director de un grupo de chirimía cuyo magnífico cununero fuera de origen chino?Y sí los blancos no pueden llevar sus turbantes al Petronio, ¿pueden los negros llevar Polo o Nike al estadio de fútbol, un invento de Inglaterra?
  • Raed(37024)23 de agosto de 2024 - 01:03 p. m.
    Su ignoroy poco comprensión lectora,No es mayor, por falta de imaginación. Pobrecito.
Miguel(63706)23 de agosto de 2024 - 06:04 a. m.
Es tan frustrante que aún hoy en día, el llamado homo sapiens continúe siendo racista, discriminándose entre si, ya sea por ser negro, blanco, amarillo o pardo; esa práctica es muestra evidente de que a pesar de tanto logro intelectual y tecnológico, hay ciertos aspectos que, al parecer, nunca evolucionan.
Felipe(94028)22 de agosto de 2024 - 11:14 p. m.
Hace menos de 200 años que las tropas napoleónicas saquearon Europa. Ningún gobierno europeo está reclamando ahora a Macron por ello, sencillamente porque es absurdo.
David(0vhxw)22 de agosto de 2024 - 09:52 p. m.
Que buena columna
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