El gesto del alcalde de Bogotá al reconocer que Cali derrotó a su ciudad nos recuerda la fábula de David venciendo a Goliat. Porque, no nos digamos mentiras, en eso de la escogencia de la sede para la COP16 la capital de Colombia tenía las de ganar, así la Capital de la Salsa reuniera sobradamente todas las exigencias para tal distinción.
Esta cumbre de biodiversidad, que congregará a representantes de más de 190 países y tendrá una asistencia estimada de 12.000 personas, es un bocato di cardinale por lo que significa a nivel mundial. Cali, con su nadadito de perro, que llaman, cumplió con todos los requisitos, aunque capital es capital y para Bogotá habría sido consagratorio ser la sede de esta COP16.
Pero el presidente Petro, en un acto de justicia para la capital del Pacífico y con no poca sagacidad política, inclinó la balanza para favorecer a la ciudad que le dio una definitiva votación para llegar al solio de Bolívar y no a aquella de la cual fue burgomaestre, dejando con los crespos hechos al alcalde Galán.
Cualquier cosa se hubiera esperado de ese novel mandatario estrenándose en el segundo puesto más importante del país, como un lacónico comunicado o una pelada del cobre ante “semejante injusticia”, pero ni lo uno ni lo otro. Apenas se conoció la decisión, Galán hizo un video reconociendo de manera sincera su derrota, felicitando con entusiasmo a Cali y hasta ofreciendo su cooperación para el buen curso del evento.
Este detallazo, por demás gallardo y ejemplarizante, es muestra de un colegaje que no se veía hace rato en ese mundillo antropófago de los juegos del poder, en que los funcionarios se tiran en público y hasta se victimizan para ganarse el favor del respetable. Bien por Galán, mozo brillante, como dirían nuestros abuelos, que supo perder con entereza y valentía, y nos dio una necesaria lección de convivencia y fraternidad.
El gesto del alcalde de Bogotá al reconocer que Cali derrotó a su ciudad nos recuerda la fábula de David venciendo a Goliat. Porque, no nos digamos mentiras, en eso de la escogencia de la sede para la COP16 la capital de Colombia tenía las de ganar, así la Capital de la Salsa reuniera sobradamente todas las exigencias para tal distinción.
Esta cumbre de biodiversidad, que congregará a representantes de más de 190 países y tendrá una asistencia estimada de 12.000 personas, es un bocato di cardinale por lo que significa a nivel mundial. Cali, con su nadadito de perro, que llaman, cumplió con todos los requisitos, aunque capital es capital y para Bogotá habría sido consagratorio ser la sede de esta COP16.
Pero el presidente Petro, en un acto de justicia para la capital del Pacífico y con no poca sagacidad política, inclinó la balanza para favorecer a la ciudad que le dio una definitiva votación para llegar al solio de Bolívar y no a aquella de la cual fue burgomaestre, dejando con los crespos hechos al alcalde Galán.
Cualquier cosa se hubiera esperado de ese novel mandatario estrenándose en el segundo puesto más importante del país, como un lacónico comunicado o una pelada del cobre ante “semejante injusticia”, pero ni lo uno ni lo otro. Apenas se conoció la decisión, Galán hizo un video reconociendo de manera sincera su derrota, felicitando con entusiasmo a Cali y hasta ofreciendo su cooperación para el buen curso del evento.
Este detallazo, por demás gallardo y ejemplarizante, es muestra de un colegaje que no se veía hace rato en ese mundillo antropófago de los juegos del poder, en que los funcionarios se tiran en público y hasta se victimizan para ganarse el favor del respetable. Bien por Galán, mozo brillante, como dirían nuestros abuelos, que supo perder con entereza y valentía, y nos dio una necesaria lección de convivencia y fraternidad.